
Los aeropuertos son lugares en movimiento, donde miles de historias se entrecruzan en una confusión de maletas, cambios de puerta y despedidas con lágrimas en los ojos. En estos espacios caóticos, la mayoría de la gente corre desapercibida. Pero una tarde lluviosa en la Terminal B del Aeropuerto Internacional de Westbridge, ocurrió algo extraordinario. Y todo comenzó con el ladrido de un perro.
Max no era un perro cualquiera. Un pastor belga malinois de seis años con un historial impecable, Max llevaba años sirviendo en la unidad canina. Su compañero, el agente Mark Daniels, confiaba en él más que en cualquier otro objeto de su equipo. Max podía percibir el peligro a treinta metros de distancia y tenía el instinto de un detective experimentado. Nunca reaccionaba sin motivo. Por eso, cuando Max ladró ese día, la gente le prestó atención.
Todo empezó con una fila en el control de seguridad.