Y así fue como el multimillonario dueño de 47 talleres se convirtió en Mario, el mecánico nuevo que iba a trabajar codo a codo con la muchachita extraordinaria que estaba a punto de cambiar su vida, su empresa y su alma para siempre. Se imaginan lo que está a punto de pasar, queridos hermanos. ¿Se imaginan el momento cuando esa pequeñita va a tener finalmente la oportunidad de demostrar todo el talento que lleva guardado en esas manitas benditas? Porque lo que viene ahora, lo que viene ahora va a ser absolutamente extraordinario e imprevisible.
Ay, querida familia, prepárense porque lo que van a escuchar ahora les va a quitar el aliento. Este es el momento que todos estábamos esperando cuando la justicia divina finalmente va a brillar como el sol después de la tormenta más oscura. Mario, nuestro Marcos disfrazado, llegó esa mañana de martes con el corazón latiendo como tambor de mariachi. La cámara lo sigue mientras se acerca nervioso a Camila, que organizaba llaves de tuerca por tamaños. “Buenos días, señorita”, le dijo con voz ronca fingida.
“Me llamo Mario Hernández. Parece que vamos a trabajar juntos.” Camila levantó la vista tímidamente. Había algo diferente en los ojos de este hombre nuevo. No tenía esa mirada despectiva que conocía tamban bien. Mucho gusto, señor Mario. Yo soy Camila, respondió con una sonrisa pequeñita pero genuina. Los pensamientos de Marcos. Dios mío, esta muchacha tiene unos ojos llenos de inteligencia y bondad. ¿Cómo es posible que Fabián no vea el tesoro que tiene aquí? Fabián se acercó pavoneándose. Mario, mi estimado, usted no se preocupe por ella.
Camila está aquí para limpiar y barrer. Los trabajos técnicos los manejamos los profesionales como usted y yo. Después de todo, bajo la voz conspiratorialmente, entre hombres nos entendemos. Las mujeres son para otras cosas, ¿verdad? Marcos tuvo que controlarse para no explotar ahí mismo sus pensamientos. ¿Cómo puede existir tanta ignorancia en pleno siglo XXI? Durante las primeras dos horas, Marcos observó todo. Vio como Camila trabajaba con una meticulosidad extraordinaria. Cada herramienta que limpiaba la inspeccionaba completamente, verificando que no tuviera daños.
Organizaba todo por sistemas lógicos, llaves por tamaños milimétricos, destornilladores por tipos de cabeza, llaves de tubo por medidas exactas. Era como ver a un cirujano preparando su quirófano. Pero lo que más lo impresionó fue otra cosa. Cada vez que llegaba un auto, los ojos de Camila se iluminaban. Escuchaba atentamente el sonido del motor. Observaba la forma de caminar del propietario. Notaba pequeños detalles que otros ignoraban completamente. A las 11:30 de la mañana, el destino tocó a la puerta de talleres supremos de la manera más espectacular imaginable.
El rugido ensordecedor de un motor V10 atmosférico se escucha desde tres cuadras de distancia. Un Lamborghini Huracán, performante color naranja perlado valorizado en 4.5 millones de pesos mexicanos, se estacionó frente al taller como una bestia furiosa. El propietario, un empresario de 35 años llamado Rodrigo Mendoza, bajó del auto claramente frustrado. “Buenos días”, gritó por encima del rugido del motor que seguía encendido. Tengo un problema gravísimo con mi Lambo. El sistema de tracción integral está fallando completamente. Fabián casi se tropezó corriendo hacia el auto.
Sus ojos se llenaron de signos de pesos. Señor Mendoza, por supuesto que lo vamos a arreglar. Somos especialistas en supercarros europeos. Los pensamientos de Fabián, 4.5 millones de pesos. Si cobro bien este trabajo, puedo comprarme el BMW que tanto quiero. El problema era complejo y aterrador. El Lamborghini tenía fallas intermitentes en el sistema de tracción integral Haldex de quinta generación. Cuando Rodrigo aceleraba fuerte en curvas, la tracción trasera se desconectaba completamente, causando derrapes peligrosos. Ya había tenido dos sustos en la carretera.
Es el sistema ALA”, explicó Rodrigo refiriéndose al aerodinámica Lamborghini Ativa. Cuando se activa el modo Sport Plus, la computadora no distribuye correctamente la potencia entre el eje delantero y trasero. Es extremadamente peligroso. Fabián llamó inmediatamente a sus tres mecánicos más experimentados. Antonio, Roberto y Manuel. Rodearon el Lamborghini como si fuera una nave extraterrestre. Durante una hora completa revisaron todo lo básico. Niveles de fluidos, conexiones eléctricas visibles, códigos de error del computador principal. El problema puede estar en la bomba del diferencial central”, dijo Antonio inseguro.
“No, hermano, es obvio que es un problema de software en la SU”, insistió Roberto. “Están ciegos. Es claramente el sensor de velocidad de rueda trasera izquierda”, gritó Manuel. Llevaban dos horas desarmando componentes al azar y el Lamborghini parecía cada vez más enfermo. Rodrigo caminaba nervioso alrededor del auto, mirando su reloj. Rolex constantemente. Señores, tengo una reunión importante a las 3 pm. Necesito mi auto funcionando perfectamente. ¿Cuánto tiempo más van a necesitar? Fabián comenzó a sudar frío. Señor Mendoza, estos autos europeos son muy complicados.
Quizás necesitemos hasta mañana. Mañana, rugió Rodrigo. Les voy a dar una hora más y si no lo resuelven me voy a otro taller y jamás regreso aquí. Fue entonces cuando la magia comenzó a suceder. Mientras los mecánicos discutían sin rumbo, Marcos notó que Camila se había acercado silenciosamente al Lamborghini. con una discreción absoluta, había puesto su oído cerca del motor encendido. Sus ojos se movían sistemáticamente, observando cada detalle. “¿Qué opinas, Camila?”, le susurró Marcos genuinamente curioso. Camila lo miró sorprendida.