“Hola, Querido, Tu Madre Loca No Nos Deja Entrar! Estamos En La Escalera Con Nuestras Cosas!”

El viernes. ¿Cuál viernes? Le pregunté. El viernes de esta semana, me respondió como si fuera obvio. Ya compramos los boletos, ya arreglamos todo. Los niños están emocionadísimos de pasar tiempo con la abuela. Le expliqué que el doctor me había dicho que necesitaba al menos 8 semanas de reposo completo, que todavía me dolía mucho, que apenas podía cargar una bolsa de compras, que como iba a cuidar cuatro niños energéticos, que necesitaba más tiempo.

Ay, Julieta, pero ya está todo arreglado. Además, tú no vas a cargarlos, ellos ya están grandes. Solo necesitas estar ahí, darles de comer, bañarlos, ayudarlos con las tareas. Cosas sencillas. Cosas sencillas. Cocinar para seis personas tres veces al día es sencillo. Lavar montañas de ropa sucia es sencillo.

Levantarme en las madrugadas cuando tienen pesadillas, ¿sen? Todo eso a los 71 años, recién operada, es sencillo. Le dije que no. Por primera vez en 15 años le dije que no a mi nuera, que necesitaba más tiempo de recuperación, que buscarán otra opción por ahora, que tal vez en un mes o dos podríamos hablar del tema nuevamente. Se puso furiosa. Julieta, no puedes hacernos esto.

Ya pagamos los boletos, ya entregamos nuestra casa a los inquilinos. ¿Qué vamos a hacer con los niños? ¿Los vamos a dejar en la calle? No los iban a dejar en la calle. Rebeca tiene dos hermanas, una madre, varias primas. Hugo tiene amigos, compañeros de trabajo. Hay guarderías, niñeras, opciones. Pero claro, todas esas opciones cuestan dinero. Y yo era la opción gratis.

Cuando le sugerí que buscaran otras alternativas, me gritó, “Tú eres su abuela. Es tu obligación cuidarlos. No puedes ser tan egoísta. Piensa en otra persona que no seas tú por una vez en tu vida. Egoísta. Yo, yo que he gastado más de $,000 en esa familia en los últimos años. Yo que dejé de comprarme ropa nueva para poder pagar los uniformes escolares de mis nietos.

Yo, que comía frijoles toda la semana para poder llevarlos a comer hamburguesas los domingos. Le colgué el teléfono. Por primera vez en mi vida le colgué el teléfono a alguien de mi familia y se sintió liberador. Pero ahora Hugo está aquí usando a los niños como escudo emocional. Mamá, Matías está preguntando por ti. Dice que quiere ver a la abuela Julieta.

Carmen y Luis también están confundidos. No entienden por qué no pueden entrar a tu casa como siempre. Claro que no entienden, porque para ellos yo siempre he sido la abuela disponible, la que nunca dice no, la que tiene dulces en el bolso y dinero para helados.

Nunca les han explicado que la abuela también es una persona con sentimientos, con necesidades, con límites. Mamá, por favor, estoy desesperado. No tengo a dóe llevarlos esta noche. Pensé que ya habías cambiado de opinión. Rebeca estaba segura de que nos ibas a recibir cuando nos vieras aquí con los niños. Ahí está la verdad. Rebeca estaba segura. Apostaron a mi debilidad emocional. Vinieron sin avisar, sin confirmar, porque sabían que si me presentaban los hechos consumados, yo no iba a tener el corazón para decirles que no. Calcularon bien mi amor por los nietos, pero subestimaron mi cansancio de ser tratada como un objeto.

Me asomo por la mirilla de la puerta. Hugo se ve realmente desesperado. Tiene ojeras, el cabello despeinado, la corbata torcida. Rebeca subió también y está parada junto a él, pero su expresión es diferente. Ella no se ve desesperada, se ve furiosa. Tiene esa mirada que pone cuando las cosas no salen como ella quiere. Julieta, soy Rebeca. Necesitamos hablar seriamente.

No puedes comportarte como una niña caprichosa. Tienes responsabilidades con esta familia. Responsabilidades. ¿Cuáles son exactamente mis responsabilidades? Porque nadie me entregó un manual donde dijera que tengo la obligación de sacrificar mi salud, mi comodidad y mi dinero por decisiones que otros toman sin consultarme.

Mira, sé que estás molesta porque cambiamos algunos planes, pero así es la vida, hay que adaptarse. Hugo tiene una oportunidad de trabajo muy importante y tú eres la única que puede ayudarnos. Mentira. siguen mintiendo porque ya sé la verdad sobre su oportunidad de trabajo. Ya sé que están haciendo negocio con su casa, ganando $500 mensuales, rentándola a turistas extranjeros.

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