“Hola, Querido, Tu Madre Loca No Nos Deja Entrar! Estamos En La Escalera Con Nuestras Cosas!”

Dinero que van a guardar mientras yo gasto mis ahorros alimentando y cuidando a sus hijos. Julieta, abre esta puerta ahora mismo. Los niños están cansados, hambrientos y asustados. Si no abres en 5 minutos, voy a llamar a la policía y les voy a decir que una anciana está poniendo en peligro a cuatro menores de edad.

La policía me está amenazando con llamar a la policía porque no abro mi propia casa, porque no acepto ser invadida sin mi consentimiento. Hugo trata de calmarla. Rebeca, por favor, no digas eso. Mamá, ella no habla en serio, solo estamos desesperados. Pero yo sé que sí habla en serio. Conozco a Rebeca desde hace 15 años.

Cuando quiere algo y no lo consigue por las buenas, usa amenazas, chantajes, manipulación emocional. Y ahora que yo me atreví a desafiarla, va a sacar toda su artillería. Desde mi ventana veo que se está formando un pequeño grupo de vecinos en el patio del edificio. La señora Mercedes del segundo piso está asomada en su balcón observando toda la escena.

Don Roberto del primero salió con su perro y se quedó ahí parado, fingiendo que no está viendo nada, pero escuchando cada palabra que gritan Hugo y Rebeca. Y ahí está mi ángel guardián. Eloisa, mi vecina del apartamento de al lado, sale de su puerta y camina directamente hacia donde están los niños sentados en las escaleras.

Eloisa tiene 68 años, es viuda como yo y durante estas semanas de mi recuperación se convirtió en la hermana que nunca tuve. ¿Qué está pasando aquí? le pregunta a Hugo con esa voz firme que tiene cuando algo no le parece bien. Los niños están llorando, están haciendo escándalo en todo el edificio.

¿No ven que hay gente tratando de descansar? Hugo la mira con desesperación. Eloisa, gracias a Dios que apareces. Mi mamá cambió las herraduras y no nos deja entrar. Necesito que me ayudes a convencerla. Los niños no tienen donde dormir esta noche. Eloisa me mira hacia arriba, hacia mi ventana y yo le hago una seña discreta. Ella entiende inmediatamente.

Eloisa es la única persona que sabe toda la verdad sobre lo que pasó estas semanas. Ella fue testigo de mi dolor, de mi llanto, de mi desesperación cuando me di cuenta de cómo me estaban usando. Ah, con que cambiaste las herraduras, Julieta dice en voz alta para que todos escuchen. Qué interesante.

¿Y por qué habrá hecho eso una señora tan gentil como Julieta? Rebeca se acerca a Eloía con esa sonrisa falsa que usa cuando quiere conquistar a alguien. Eloisa, usted la conoce bien. Sabe que Julieta a veces se pone un poco difícil. Desde su operación ha estado muy rara, muy paranoica. Nosotros solo queremos quedarnos unos meses mientras Hugo trabaja. Unos meses, dice Eloía levantando una ceja.

Y Julieta estuvo de acuerdo con eso porque la semana pasada me contó una historia muy diferente. Hugo se pone nervioso. ¿Qué historia, mamá? A veces exagera las cosas. Tú sabes cómo son las personas mayores. Las personas mayores. Eloía se ve ofendida. Mira, jovencito, yo también soy una persona mayor y te aseguro que mi mente funciona perfectamente bien y la de Julieta también. De hecho, me contó algo muy interesante sobre ustedes dos.

Rebeca se pone pálida. ¿Qué? ¿Qué le contó? Eloisa sonríe, pero no es una sonrisa amable. Es una sonrisa de alguien que está a punto de soltar una bomba. Me contó que ustedes querían que firmara papeles para darles control de su apartamento, que querían quitarle sus muebles, su cama, meterla a dormir en un colchón inflable en la sala. ¿Es eso cierto? Hugo trata de explicarse.

No, no es así. Solo queríamos organizarnos mejor, hacer algunos ajustes temporales para que todos estuviéramos cómodos. Todos cómodos”, dice Eloisa cada vez más fuerte. Julieta iba a estar cómoda durmiendo en el suelo de su propia sala. A los 71 años, recién operada, iba a estar cómoda.

Los vecinos que estaban fingiendo no escuchar ahora se acercan más. La señora Mercedes baja de su apartamento. Don Roberto deja a su perro y se une al grupo. Ahora somos un espectáculo público. Exactamente lo que Rebeca quería evitar. Además, continúa Eloisa, me contó que ustedes ya rentaron su casa por tr meses, que esto no es ningún proyecto de trabajo, sino un negocio, que van a ganar $500 mensuales mientras Julieta gasta sus ahorros cuidando a sus hijos.

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