“Hola, Querido, Tu Madre Loca No Nos Deja Entrar! Estamos En La Escalera Con Nuestras Cosas!”

$,000. $8,000 que salieron de mi pensión miserable mientras ellos vivían en su casa bonita con dos carros en el garaje. Pero yo era feliz haciéndolo. Pensaba que así era como se construía una familia unida. Rebeca tenía la costumbre de llamarme cuando necesitaba algo. Julieta, ¿puedes cuidar a los niños este fin de semana? Julieta, ¿nos puedes prestar para la inscripción de la escuela? Julieta, ¿puedes hacer tu famoso pastel para la fiesta? Y yo siempre decía que sí, siempre, porque para eso están las madres y las abuelas,

¿verdad? Pero hace tres meses todo cambió. Rebeca me llamó un martes por la noche con esa voz melosa que ponía cuando quería algo importante. Julieta, tengo una noticia maravillosa. Hugo consiguió un proyecto de trabajo en otra ciudad y vamos a estar fuera exactamente tr meses. ¿Te imaginas? Tres meses completos.

Mi corazón se alegró pensando que por fin mi hijo tendría una oportunidad de crecer profesionalmente. “Qué bueno, mi hija”, les dije. Pero entonces vino el golpe. “Ay, Julieta, pero tenemos un problemita. No podemos llevar a los niños porque van a cambiar mucho de escuela y tú sabes cómo son los pequeños con los cambios.” Así que pensamos, ¿qué te parece si se quedan contigo estos tres meses? cuatro niños en mi apartamento de un dormitorio durante tres meses completos.

Rebeca le dije, “Mi apartamento es muy pequeño y yo ya estoy grande para cuidar cuatro niños todo el día. Además, mi salud no está tan bien últimamente.” Pero ella insistió. “Ay, Julieta, por favor. Tú eres la única en quien confiamos y los niños te aman tanto. Terminé accediendo como siempre, pero les puse una condición. Tenían que esperar hasta después de mi cirugía de la vesícula.

Sí, porque resulta que yo tenía programada una operación importante para dentro de un mes, algo que ellos sabían perfectamente. Les expliqué que necesitaría al menos seis semanas de recuperación, que el doctor me había dicho que nada de esfuerzos, nada de estrés. Rebeca me dijo que perfecto, que entendía completamente, que esperarían hasta que yo estuviera completamente recuperada.

Incluso Hugo me habló para confirmarme que no había ninguna prisa, que mi salud era lo primero, que mentirosos resultaron ser. Me operé hace 5co semanas. Cinco semanas de dolor, de estar acostada, de apenas poder caminar hasta la cocina. Mi vecina Eloía fue un ángel, me traía la comida, me ayudaba con las cosas básicas. Porque saben quién no apareció ni una sola vez durante mi recuperación. Exacto.

Ni Hugo, ni Rebeca, ni mis queridos nietos. Y ahora, aquí estamos. Rebeca golpeando mi puerta como una loca, gritando que soy una vieja cruel, que como se me ocurre no abrirles después de que viajaron tantas horas, que los niños están cansados y hambrientos, que tienen las maletas pesadas y que es una crueldad dejarlos en la escalera.

Pero lo que más me duele es escuchar a Hugo del otro lado de la puerta con esa voz suplicante que conozco desde que era un niño pequeño. Mamá, por favor, abre la puerta. Solo queremos hablar contigo. Los niños están asustados. Pero, ¿saben qué? Por primera vez en mi vida no voy a abrir esa puerta. Por primera vez en 71 años Julieta va a decir no.

y voy a explicarles exactamente por qué, aunque me duela el alma hacerlo. Desde mi ventana los veo ahí abajo en la escalera del edificio. Rebeca con su cabello perfectamente peinado como siempre, usando ese vestido verde que le queda tamban bien, cargando una maleta gigante. Los cuatro niños sentados en los escalones. El más pequeñito apenas tiene 3 años y está llorando.

Hugo camina de un lado a otro pasándose las manos por el cabello, desesperado porque su llave no funciona. ¿Quieren saber por qué cambié las cerraduras? Porque hace exactamente un mes, cuando yo todavía estaba en cama recuperándome de mi cirugía, Hugo y Rebeca vinieron a mi apartamento.

Leave a Comment