HIJOS ECHAN A SU MADRE DE 70 AÑOS BAJO LA LLUVIA… PERO EL DESTINO LES DIO UNA LECCIÓN!..

Firmó los papeles con manos temblorosas mientras las lágrimas caían sobre el documento. Carlos ni siquiera le dio las gracias, simplemente guardó los papeles y se fue diciendo que en una semana debía desocupar la casa. Esa semana fue la más larga y dolorosa de la vida de Rosa. Caminaba por cada habitación recordando momentos que ahora le parecían de otra vida. La habitación donde Carlos dio sus primeros pasos, la cocina donde enseñó a Laura a hacer el pastel de chocolate que tanto le gustaba, el jardín donde Miguel jugaba con su pelota todas las tardes.

Cada rincón de esa casa guardaba un pedazo de su corazón. Rosa intentó comunicarse con sus hijos para preguntarles sobre el asilo del que habían hablado, pero ninguno contestaba sus llamadas. Cuando finalmente logró hablar con Laura, su hija le dijo fríamente que ellos habían investigado y que los asilos eran muy caros, que con su parte del dinero de la casa ella tendría que arreglársela sola. Rosa no podía creer lo que estaba escuchando. Le preguntó dónde se suponía que viviría entonces, pero Laura simplemente dijo que eso no era su problema y colgó el teléfono.

El día que debía dejar la casa llegó más rápido de lo que Rosa hubiera querido. Era una tarde gris de noviembre y el cielo amenazaba con lluvia. Rosa había empacado sus pocas pertenencias en una maleta vieja. No tenía mucho, solo algo de ropa, algunas fotografías y un collar que Fernando le había regalado en su aniversario número 20. Miró por última vez cada habitación, tocó las paredes como despidiéndose de un viejo amigo y salió de la casa con el corazón destrozado.

No tenía a dónde ir. caminó sin rumbo por el barrio donde había vivido toda su vida adulta, saludando a algunos vecinos que la miraban con tristeza sin saber qué decirle. Llegó a un parque cercano y se sentó en una banca abrazando su maleta, preguntándose cómo había llegado a ese punto de su vida. Se preguntaba en qué momento todo había salido tan mal, en qué momento los niños a los que había dedicado su vida entera se habían convertido en estas personas tan frías y egoístas.

Mientras Rosa estaba sentada en esa banca, comenzó a llover. Primero fueron solo unas gotas, pero rápidamente se convirtió en una tormenta. Rosa se levantó y comenzó a caminar. No sabía hacia dónde, solo sabía que no podía quedarse ahí. Venó en ir a casa de algún vecino, pero le daba vergüenza presentarse así, como una indigente buscando refugio. Pensó en ir a algún albergue, pero no sabía dónde había uno. Y además la llenaba de tristeza pensar que había llegado a eso.

Leave a Comment