Hay una verdad especial en las leyendas de los pueblos: lo que sucede por casualidad…

Ahora estaba sentado en ese cenador, un hombre adulto y canoso.

A mi lado había dos niños pequeños, no míos, pero muy queridos.

Dormían, con la cabeza en mi regazo: gemelos de cinco años, con caras de ángeles. Los miré y pensé: si mi vida hubiera sido diferente, tal vez tendría hijos como ellos. Con las mismas sonrisas. Las mismas pestañas.

Pero el destino quiso lo contrario.

¿Por qué?

Para responder, tenía que volver allí de nuevo, a 1972.

2. Víctor: joven, seguro de sí mismo, lleno de vida.

Yo era diferente entonces.

Veintisiete.

Leave a Comment