Vanessa se volvió más audaz. Llegó temprano a casa después de yoga, salió sigilosamente por el patio lateral y copió los archivos falsos en una memoria USB. Maya rastreó la transmisión, que rebotó en Frankfurt y Singapur antes de llegar finalmente a Hillsboro, a la casa de Miles Ren, el director financiero de Cyrus y supuesto mejor amigo. La traición adquirió una nueva dimensión.
Cyrus invitó a Vanessa y a Miles a cenar, creando el escenario perfecto para una confrontación. El comedor estaba equipado con sistema de video y audio. Vanessa llegó primero, elegante y segura de sí misma. Miles la siguió, con su habitual encanto. La conversación transcurrió con ligereza, pero cada palabra añadía una nueva capa a la trampa. Cyrus anunció que había solicitado al FBI que auditara la huella digital del prototipo. Vanessa apretó con fuerza su copa de vino. Miles parecía nervioso.
Entonces Cyrus los condujo a la oficina y reprodujo los videos de vigilancia: Vanessa transfiriendo archivos, Miles insertando una memoria USB en la terminal de Cyrus. Las máscaras cayeron. La voz de Vanessa se volvió gélida. “¿Crees que lo has descubierto todo?” Dos agentes entraron, mostrando sus placas con orgullo. «Vanessa Quinn, Miles Ren, están siendo investigados por conspiración, fraude y violación de las leyes federales de ciberseguridad». Mientras los esposaban, Vanessa fulminó con la mirada a Maya. «Fuiste tú». Maya respondió: «Deberías haber tenido más cuidado con dónde colocaste los micrófonos».
Tras su arresto, el agente Jensen llamó a Cyrus. La investigación reveló un rastro financiero: cuentas en paraísos fiscales, una empresa…