Golpearon a un anciano sin saber quién era su hijo y entonces sucedió algo inesperado…

Señor, tiene que salir del centro comercial ahora mismo. El guardia de seguridad bloqueó el paso al anciano con su bastón. Varias tiendas se han quejado de que está molestando a los clientes. Harold respondió educadamente. Solo estoy esperando a que mi mujer termine de comprar. No me importa. Los viejos como usted solo ralentizan el negocio. El segundo guardia se acercó grabando con su teléfono. Lo hacemos por las buenas o por las malas. Harold miró su reloj militar y suspiró.

Mi hijo siempre me dijo que mantuviera la calma. Los guardias se rieron. Tu hijo no está aquí para salvarte, abuelo. Nadie imaginaba quién era realmente el hijo de Harold. Aquí cada historia va más allá de lo que ven los ojos y muestra como los pequeños actos pueden contener grandes verdades. Al fin y al cabo, ¿qué ocurrió realmente? Harold Thompson, de 70 años, avanzaba arrastrando los pies por el centro comercial Riverside con su gastado bastón de madera, golpeando rítmicamente el pulido suelo de mármol.

El sol de la tarde se filtraba a través del techo de cristal, proyectando largas sombras mientras se dirigía hacia la fuente central, donde había quedado con su esposa después de que ella terminara de hacer la compra. Dos guardias de seguridad privados, Derek Mills y Tony Reeves, se acercaron con paso decidido con sus uniformes negros impecables y sus placas relucientes. Derek, el más alto de los dos con los brazos cruzados, bloqueó el paso a Harold. “Señor, tenemos que hablar con usted”, anunció Derek con la voz autoritaria de alguien acostumbrado a que le obedezcan.

Lleva más de una hora merodeando por las tiendas de lujo. Varios comerciantes se han quejado de su comportamiento sospechoso. Harold levantó la vista con auténtica confusión en su rostro curtido. Comportamiento sospechoso. Solo estoy esperando a mi esposa. Está comprando en Nordstrom. Señaló débilmente hacia los grandes almacenes con la mano libre. Tony se acercó más, invadiendo el espacio personal de Harold. Claro, un anciano con un bastón gastado merodeando por tiendas caras. Espera que nos creamos esa historia. No es una historia, hijo.

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