Es la verdad. La voz de Harold se mantuvo tranquila y digna a pesar del tono hostil. Mi esposa Marta está comprando el regalo de cumpleaños de nuestra nieta. Tengo el recibo del estacionamiento, si quieren verlo. Derek se rió con dureza. Hijo, no me llames hijo, viejo, y no necesitamos ver nada, excepto que salgas por esa puerta ahora mismo. Harold cambió el peso de un pie a otro con dolor en la rodilla artrítica, por estar tanto tiempo de pie.
Jóvenes, entiendo que están haciendo su trabajo, pero yo no he hecho nada malo. Mi hijo siempre me dijo que mantuviera la calma en situaciones como esta y explicara las cosas con claridad. Los guardias intercambiaron miradas divertidas. Tony sonrió con sarcasmo. Su hijo, ¿qué va a hacer arrastrarse hasta aquí con su andador para salvarlo? Los viejos como tú solo ralentizan el negocio, añadió Derek con desprecio. Nadie quiere comprar en un sitio donde hay gente que parece no poder permitírselo.
Harold apretó ligeramente la mandíbula, pero su voz se mantuvo firme. He servido a este país durante 30 años. Creo que me he ganado el derecho a esperar a mi mujer en un lugar público. Sí, claro, se burló Tony. Todos los vagabundos dicen que son veteranos cuando los pillan. Harold metió lentamente la mano en el bolsillo de la chaqueta. Tengo mi identificación militar si quiere comprobarlo. Mantenga las manos donde podamos verlas, ladró Derek, agarrando bruscamente la muñeca de Harold.

Cuando Derek apretó con más fuerza su delgada muñeca, Harold hizo un gesto de dolor, pero no se resistió. Bajó la vista hacia su reloj militar Vintage. Eran las 2:47 pm. Su reunión en el Pentágono estaría terminando en ese momento. La primera pieza del rompecabezas ya estaba en movimiento. Derek apretó con más fuerza la muñeca de Harold, empujando al anciano contra la fría pared de mármol, cerca de una boutique cerrada. Pacía tus bolsillos ahora. Esto es innecesario, protestó Harold en voz baja, pero obedeció con las manos temblorosas mientras metía la mano en la chaqueta.