Dan sonrió con suficiencia como si hubiera ganado una batalla invisible. Pero en cuestión de minutos, toda la empresa se vería conmocionada de una forma que jamás imaginó… Continuará en los
El aire matutino del lunes en GreenTech Solutions, una empresa de software de tamaño mediano en Seattle, vibraba con la charla habitual de los empleados que se ponían al día después del fin de semana. En la oficina de concepto abierto, la gente se movía entre escritorios, rellenaba sus tazas y se preparaba para otra semana de plazos. En el centro de todo estaba Dan Miller, el gerente de operaciones, conocido tanto por su aguda mente estratégica como por su temperamento explosivo.
Esa mañana, Angela Brooks, coordinadora de proyectos de treinta y dos años, estaba terminando una presentación para una reunión con un cliente programada para más tarde ese mismo día. Angela era una de las empleadas más diligentes de la empresa. Había ascendido de asistente de nivel inicial a su puesto actual en tan solo cinco años, admirada por su aplomo, su capacidad para resolver problemas y su profesionalismo. Sus colegas a menudo la describían como tranquila bajo presión, ingeniosa y muy competente, cualidades que le habían ganado el respeto de toda la oficina.

Pero la dedicación de Angela parecía molestar a Dan. Por razones que nadie podía comprender del todo, con frecuencia la atacaba con sarcasmo, críticas quisquillosas o comentarios despectivos durante las reuniones. Algunos sospechaban celos: Angela a menudo lo eclipsaba frente a los altos ejecutivos. Otros murmuraban sobre prejuicios latentes, señalando que Dan rara vez trataba a los empleados varones con la misma hostilidad. Con el tiempo, los susurros se convirtieron en conversaciones cautelosas sobre la dinámica laboral, pero nadie se atrevía a confrontar a Dan directamente.
Ese lunes, Angela estaba de pie junto al mostrador de la sala de descanso, revisando cuidadosamente un conjunto de gráficos en su tableta. La luz del sol entraba a raudales por los grandes ventanales de la oficina, iluminando las notas que había tomado cuidadosamente para su presentación al cliente. Estaba completamente absorta, ajena a la tormenta que se avecinaba.