 
			“Fui su criada durante 10 años, pero el día que mi sangre salvó la vida de su hija, finalmente me preguntaron mi nombre”.
Salí del hospital tambaleando, como si ya no supiera dónde estaba mi lugar.
Durante diez años había amado a esa niña.
Con todo.
Sin saber por qué se sentía como mía.
Ahora sabía la verdad.
Y entonces, la pregunta que me rompió por dentro:
¿Lo sabían ellos?
Esa noche, llamé a Ogechi. Le pedí que viniera a mi pequeño local, donde ya cocinaba para media ciudad.
Vino. Con curiosidad.
Y también con algo de culpa en los ojos.
—¿Sabían que Uju era adoptada? —pregunté.
Ella bajó la mirada.
Tardó.
Y finalmente dijo:
—Mi madre lo sabía. Pero nunca quiso hablar de eso. Dijo que fue una “donación especial” en el norte, cuando intentaban todo para tener hijos. Dijeron que era confidencial… y que nos convenía olvidar.
Mi garganta ardía.
—¿Y tu padre?
—No creo que supiera. Lo único que sé… es que desde que tú llegaste, Uju dejó de llorar por las noches.
Silencio.
Y luego, Ogechi me miró con una mezcla de miedo y ternura.
—¿Qué vas a hacer ahora, Shade?
Yo respondí, con la voz firme por primera vez en años:
—Voy a recuperarla. No como sirvienta.
Como madre.
💔 “Fui su criada durante 10 años, pero el día que mi sangre salvó la vida de su hija, finalmente me preguntaron mi nombre”
📍Parte 3: La carta oculta, la abuela y el secreto de sangre
Durante días después de la transfusión, la casa se volvió extrañamente silenciosa. La señora Isabel, que antes apenas me dirigía una mirada, comenzó a seguirme con los ojos, como si intentara descifrar algo en mi rostro. El señor Mauricio ya no daba órdenes con su habitual tono condescendiente, y Camila… ella despertó.
Y al abrir los ojos, su primera palabra fue:
—¿Dónde está ella? ¿Dónde está mi ángel?
Me llamaron. Entré en la habitación con las manos temblorosas y el corazón en un puño. Camila me miró… y sonrió.
—Tú… fuiste tú, ¿verdad?
Asentí en silencio.
Ella me tomó la mano con fuerza.
—Soñé contigo… Me abrazabas como una madre.
