Pero ella lo detuvo con un movimiento de mano.
—¿Por qué razón? —preguntó—. Solo dime una cosa: ¿por qué razón me has estado mintiendo todos estos años?
—No sabía cómo decírtelo. Te amaba, pero también amaba a la madre de mi hijo —dijo Alberto con esfuerzo—. Tú y yo estuvimos tantos años intentándolo, y no pudo ser.
Resultó que, durante una cena de empresa, Alberto bebió demasiado y comenzó a coquetear con su nueva colega, Sara. Después de la fiesta, ambos fueron a la casa de la joven, y el fiel esposo de Raquel se quedó a pasar la noche con ella. Por la mañana inventó una excusa y le dijo a su esposa que se había quedado dormido en casa de un amigo después de haberse emborrachado.
Al poco tiempo, su compañera de trabajo le anunció que esperaba un hijo de él, y entonces Alberto se dio cuenta de que eso era precisamente lo que había deseado durante todo ese tiempo. No podía dejar a su esposa ni tampoco a la madre de su futuro bebé. Consiguió un ascenso y le dijo a Raquel que tendría que hacer más viajes de negocios que antes. Desde entonces, se acostumbró a vivir en dos familias a la vez, ocultando su vida paralela a su esposa.
Después de escuchar su historia, Raquel se quedó en silencio por un largo tiempo y luego ella misma encontró una solución.
—Mira, Alberto, sé que el niño no tiene la culpa de nada. Sé que lo soñaste por mucho tiempo, pero no lo conseguimos. Me parecería lógico si nos divorciamos. Ellos te necesitan, y yo, de verdad, no puedo vivir contigo después de esto. Así que eres libre de hacer lo que te dé la gana.
Alberto sintió una alegría que no quiso ocultar. Se puso a dar las gracias a Raquel, pero ella ya dejó de escucharlo.
—Te están esperando, tu hijo tiene fiebre, debes llevarle medicinas —lo recordó.