—¡Mamá! ¿Por qué no respondiste las llamadas? Estábamos tan preocupados…
Helen mantuvo el rostro sereno, aunque por dentro le hervía la sangre.
—No las escuché —mintió suavemente.
Lo mismo dijo a David cuando él se acercó, fingiendo preocupación, cuando en realidad sus ojos la observaban con una frialdad calculada.
Lucas se mantuvo a su lado en todo momento, como un pequeño guardián silencioso.
Durante la ceremonia, Helen no escuchó ni una palabra del pastor. Su mente repasaba cada gesto, cada insinuación que había ignorado durante años: la presión por firmar documentos, las discusiones a puerta cerrada, los comentarios de Laura sobre “lo difícil que era mantener dos casas” o “lo mejor que sería simplificar la herencia”.
Michael siempre había confiado en sus hijos. Ella también. Pero la muerte cambia a la gente, o tal vez revela quiénes son en realidad.
Cuando terminó la ceremonia, Anna y David la rodearon.
—Mamá, necesitamos que firmes los documentos hoy. Es importante —dijo Anna, con un tono que intentaba sonar dulce.
—No será más que un momento, y así podremos encargarnos de todo nosotros —añadió David.