Helen sintió cómo se le tensaban los músculos del cuello.
—¿Qué encontraste?
—Un trapo. Estaba metido en el tubo de escape del coche —dijo, tragando saliva—. Y era tu coche. Nadie más lo usa.
Helen sintió un mareo súbito.
—¿Estás diciendo que… alguien intentó…?
Lucas asintió lentamente.
—Si hubieras encendido el motor con la puerta del garaje cerrada, no hubieras salido de ahí. El mecánico dice que eso puede matarte en minutos.
La mujer se llevó la mano a la boca. No podía creer lo que estaba escuchando. Respiró hondo, obligándose a calmarse.
—¿Cómo lo sabías tú?
Lucas explicó que había ido temprano a la casa para acompañarla al funeral porque sabía que estaría destrozada. Al pasar por el garaje, vio el trapo bien apretado dentro del tubo de escape. No parecía accidental.
—Quería sacarlo sin que te asustaras, pero cuando escuché que estabas bajando… simplemente reaccioné —dijo.