¡Estaba a punto de ser despedida por ayudar a un anciano caído! ¡Entonces entró el CEO y lo llamó «papá»!…

—¡Solo la portada, muchacho! ¿Crees que soy senil? No quiero papeles, quiero verla. Si no la conozco, te juro que… ¡me muero aquí mismo!

Michael cedió, sabiendo que resistirse era inútil.
—Está bien, está bien. Si prometes recuperarte, te la presentaré. Un mes, ¿sí? Eso es todo lo que tienes.

El anciano resopló, aceptando a regañadientes, y añadió:
—Ah, y una chica llamada Emily Carter tuvo entrevista hoy en tu empresa. Contrátala.

Michael arqueó una ceja.
—Abuelo, nuestra empresa contrata por méritos, lo sabes.

—Si llegó a la entrevista, eso ya demuestra capacidad. Esa chica Emily Carter… es amable y hermosa. Me gusta. Mucho.

Michael reprimió otro suspiro.
—De acuerdo, de acuerdo. La contrataré. ¿Contento ahora?

En Chicago, Emily entró en la sala de entrevistas. Saludó al panel con nervios y entregó su currículum.

En la cabecera estaba Sophia Reed. Al verla, sonrió con desprecio.
—Vaya, qué coincidencia.

Emily sintió hundirse el corazón. Estoy perdida.

—Sal de aquí —ordenó Sophia, agitando la mano.

—Ni siquiera ha visto mi currículum —respondió Emily con un destello de rebeldía.

—No necesito verlo. Basura como tú no pertenece aquí.

En ese instante, se abrió la puerta. Entró Michael Thompson, imponente, cada paso suyo imponía silencio.

Emily, indignada, no se contuvo:
—¿Me está rechazando solo porque la enfrenté en el ascensor, verdad?

Sophia sonrió con suficiencia.
—¿Y qué si es así? Humillaste a un anciano, y eso estuvo mal.

—Y si pudiera, lo volvería a hacer —replicó Emily con firmeza—. Con entrevistadoras como usted, prefiero renunciar.

Sophia se encogió de hombros.

Leave a Comment