Esta mañana se realizó el funeral de Carlos Santana, quien falleció a los 77 años en el hospital.
Sin embargo, detrás de su éxito y fama, se escondieron momentos de lucha personal, dolor y búsqueda espiritual que definieron su trayectoria tanto dentro como fuera del escenario.
Desde niño, Carlos Santana estuvo rodeado de música.
Su padre, José Santana, era violinista de mariachi, y fue él quien le enseñó a tocar la guitarra en Tijuana durante la década de 1960.
Influenciado por grandes del blues y el rock como B.B.King y John Lee Hooker, Santana desarrolló un estilo propio que combinaba sus raíces mexicanas con sonidos internacionales.
En 1966, se trasladó a San Francisco, donde formó la banda Santana.
Su álbum debut homónimo, lanzado en 1969, incluyó canciones emblemáticas como “Evil Ways” y “Jingo”, que los posicionaron rápidamente en la escena musical internacional.
La histórica actuación de la banda en el festival Woodstock de 1969 fue un punto de inflexión que consolidó su fama.
El éxito continuó con el álbum “Abraxas” (1970), que contenía temas inolvidables como “Black Magic Woman” y “Oye cómo va”.
Este disco alcanzó el número uno en el Billboard 200 y vendió más de cinco millones de copias, marcando la época dorada de Santana durante los años 70, con álbumes como “Santana III” (1971) y “Caravanserai” (1972).
Su fusión única y su virtuosismo en la guitarra le valieron múltiples premios Grammy y reconocimiento mundial.
A pesar de su éxito, la vida personal de Carlos Santana estuvo marcada por desafíos profundos.