Me vio en uniforme con identificación, licencia, placas oficiales y aún así decidió esposarme. ¿Por qué? El oficial no respondió, se dio media vuelta y se alejó. Mientras tanto, una pequeña multitud se había reunido alrededor de la gasolinera. Dos adolescentes grababan todo con sus teléfonos. Una enfermera con uniforme gritó desde la acera. Ella es militar.
Ustedes no pueden hacer eso. Desde el espejo retrovisor, el oficial mayor la observó. “Debiste haberte quedado callada”, murmuró. “Y usted debió haber hecho su trabajo correctamente”, replicó ella, sin titubear. Giró apenas el cuello, lo que las esposas le permitían. ¿Puedo usar mi teléfono o no?, preguntó el oficial. Dudó.
Finalmente murmuró, “Hazlo rápido.” Le lanzó el celular al regazo con los dedos torpes por la posición incómoda. Valeria logró desbloquear la pantalla y marcar un número de memoria, dos tonos. “Mendo”, respondió una voz firme al otro lado. “Carlos, estoy esposada en la parte trasera de una patrulla. Dicen que me hago pasar por militar.
Mostré mis documentos. No les importa. ¿Quiénes son? ¿Tienes los nombres? No, no llevan placas visibles. Estación Sincla en Nogales. Esubi blanco. Dos oficiales. Estoy a 5 minutos. No cuelgues. Voy a llamar al comando. La llamada siguió abierta. Valeria no dijo más. Solo quería que supieran que alguien escuchaba.
El oficial mayor volvió a mirar por el espejo retrovisor. ¿Quién era ese? ¿Tu abogado? Preguntó con ironía. Valeria no respondió. Sus ojos se mantuvieron fijos en el parabrisas, donde el sol comenzaba a calentar el vidrio. Afuera, el oficial joven regresaba, esta vez visiblemente tenso, murmuró algo a su compañero. Esto se está saliendo de control.
¿Alguien ya subió un video? está en redes, está llegando a Facebook. Del otro lado de la línea, la voz de Carlos volvió con calma. ¿Me escuchas? Sí, estoy contigo, respondió Valeria. La multitud está creciendo. Quédate donde estás. No hables más. Déjalo cabar su propio agujero. Demasiado tarde para eso susurró ella mientras observaba al oficial más joven caminar en círculos.
Despacho. Tenemos una situación complicada. Interferencia civil. Solicito refuerzos murmuró por la radio. Valeria soltó una risa breve. Refuerzos. ¿Para qué? ¿Una mujer esposada? Ese comentario no le cayó bien. Necesita cuidar su boca, señora. Expetó el joven. O qué me van a apretar más las esposas. Desde el asiento del conductor, el oficial mayor intervino con frialdad.
No se está ayudando a sí misma. No estoy aquí para hacerlos sentir mejor”, contestó ella. “Estoy aquí porque ustedes tomaron una mala decisión y va a tener consecuencias.” Carlos interrumpió de nuevo. “Están intentando cubrirse. Ya tengo a prensa, comando y enlace militar al tanto.
Tres llamadas activas, video circulando. Esto ya no se detiene.” Y tenía razón. En ese momento, un clip de 90 segundos fue publicado en Twitter. mostraba a Valeria siendo esposada con su uniforme, explicando pacientemente quién era. Su voz tranquila contrastaba con el tono autoritario del oficial. En menos de una hora, periodistas locales ya estaban compartiendo el video.