—Esta es mi casa —apreté los puños.
Se giró, con una sonrisa burlona en los ojos—. No por mucho tiempo. Las llaves, por favor.
La palabra resonó en mis oídos. Sentí la ausencia de Harold, pero también oí su voz: no cedas. Me enderecé.
—Solo atendemos a VIPs —espeté—. ¿Recuerdas?
Su sonrisa se desvaneció un instante.
Ethan levantó las manos. —Mamá, no hagamos esto. Monica no quería decir…
—Sí que lo decía en serio —lo interrumpí—. ¿Y crees que puedes entrar aquí como si fueras el dueño? Hoy no.
Monica se cruzó de brazos. —Ethan es tu hijo. Esta casa es su legado. ¿Por qué retrasar lo inevitable? —La herencia llega después de la muerte —respondí—. Que yo sepa, sigo vivo.
El silencio se volvió sofocante.
—Si quieres entrar aquí, hay una condición —continué.
Monica ladeó la cabeza con sorna. —Y laca para el pelo.