Era una tarde sofocante en el pueblo. Yo —Hanh— estaba arrodillado en el patio, recogiendo ramas secas para encender el fuego. Desde la puerta, mi hijo de diez años me observaba; sus grandes ojos inocentes seguían cada uno de mis movimientos, como si el universo entero estuviera contenido en ese instante de silencio, entre…

Una mañana lluviosa, estaba remendando la ropa de mi hijo cuando oí el rugido de varios motores.

Los vecinos salieron, curiosos.

Frente a nuestra humilde casa, una fila de coches negros se detuvo: relucientes, caros, como si vinieran de la ciudad.

Los murmullos crecieron…

## La lluvia que lo cambió todo

El sol de la tarde caía a plomo sobre nuestro pequeño pueblo, convirtiendo los caminos de tierra en cintas de polvo que se adhería a todo: la ropa, la piel, la esperanza. Estaba agachada en el patio trasero de nuestra choza, recogiendo leña seca para la fogata. Mis manos estaban ásperas y callosas tras una década de trabajo incansable.

—¿Mamá? —Levanté la vista: mi hijo estaba de pie en la puerta, su silueta recortada contra la fresca sombra de la casa. A sus diez años, Minh tenía los ojos de su padre: oscuros, inquisitivos, siempre buscando respuestas que yo no podía darle.

—¿Sí, mi amor?

Salió a la luz, entrecerrando los ojos.

—¿Por qué no tengo un padre como los demás niños de la escuela?

La pregunta cayó como una piedra en aguas tranquilas, provocando ondas en años de defensas construidas con paciencia. Sabía que llegaría. Los niños siempre hacen las preguntas que más tememos.

—Ven a ayudarme con estas ramas —dije, esquivando como siempre, aunque ya tenía leña de sobra.

Se agachó a mi lado, recogiendo las ramitas con sus delgados brazos.

El papá de Duc vino hoy a la feria escolar. Y el papá de Lan le trajo una mochila nueva. Y el padre de Tuan…

—Lo sé —interrumpí suavemente—. Sé que otros niños tienen padres.

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