Era una tarde sofocante en el pueblo. Yo —Hanh— estaba arrodillado en el patio, recogiendo ramas secas para encender el fuego. Desde la puerta, mi hijo de diez años me observaba; sus grandes ojos inocentes seguían cada uno de mis movimientos, como si el universo entero estuviera contenido en ese instante de silencio, entre…

### La Partida

El coche era lo más lujoso que jamás había tocado. Asientos de cuero, silencio, aire acondicionado. Minh iba sentado entre nosotros, con los ojos muy abiertos.

—¿Abuelo? —se aventuró a preguntar. Los ojos del Sr. Lam brillaron—. ¿Sí, mi nieto? —Mi padre… ¿de verdad me quería?

“Más que nada. Ya estaba preparando tu habitación. Nunca la deshicimos.”

A cuatro horas de distancia, el señor Lam habló de Thanh: su infancia, la música, su sueño de un negocio con humanidad.

“Habría sido un padre maravilloso. No pude darle esa oportunidad; haré todo lo posible para darte la vida que él deseaba.”

La casa de los Lam era un palacio. El personal hizo una reverencia. Una mujer se acercó corriendo: la madre de Thanh. Rompió a llorar al ver a Minh.

“Se parece tanto a él.”

Esa noche, después de que Minh se durmiera en una habitación más grande que toda nuestra casa, la señora Lam me dijo:

“Lo siento por todo. Si lo hubiéramos sabido…”

“Lo sé. Tu esposo me lo explicó.”

“Cargaste sola con lo que a mí me habría costado mucho soportar.”

“Uno hace lo que es necesario por su hijo.”

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