Era solo una limpiadora que intentaba llegar al trabajo. ¡Una salpicadura de barro le cambió la vida! La mujer rica al volante no tenía ni idea: alguien poderoso la observaba…
Algunos empleados susurraron con admiración, pero otros se enfriaron. Tina, una limpiadora senior que llevaba seis años trabajando en el hotel, no estaba contenta. Acababa de llegar y ya estaba en la planta VIP.
Debe estar haciendo algo entre bastidores, murmuró a los demás. Emma notaba las miradas y el silencio cada vez que entraba en una habitación. Intentó ignorarlo y siguió haciendo su trabajo con excelencia.
Ese día, Ethan regresó al hotel. Esta vez, pidió específicamente la sección de Emma, alegando que confiaba en su tacto. La llamaron para limpiar un salón privado.
Cuando entró, Ethan estaba sentado allí. «No hace falta limpiar», dijo amablemente. Solo quería agradecerte tu amabilidad el otro día.
Emma sonrió cortésmente. Solo hacía mi trabajo, señor. La miró un momento y luego preguntó.
Si pudieras hacer cualquier cosa, ¿qué sería? Emma hizo una pausa. Estudiaría administración hotelera. Quizás algún día administraría un lugar como este.
Pero la escuela cuesta dinero, y ahora mismo, la vida se trata de sobrevivir, asintió Ethan, grabando cada palabra. Más tarde esa noche, Tina se coló en el cuarto de suministros y cambió la solución de limpieza de Emma por algo resbaladizo. A la mañana siguiente, un invitado se resbaló en el vestíbulo.
¿Quién limpió aquí por última vez? Gritó el gerente. Culparon a Emma. La llamaron a la oficina y le dieron una advertencia.
—Juro que no hice nada malo —dijo con la voz temblorosa. Pero nadie la escuchó, excepto Ethan. Solicitó que revisaran las grabaciones de las cámaras de seguridad del hotel.
Lo que mostró sorprendió a todos. Tina claramente había intercambiado los químicos. El gerente se disculpó.
Emma, lo siento, estás libre. Salió de la oficina llorando, aliviada pero conmocionada. Desde lejos, Ethan observaba.
Ni siquiera sabe que la salvé, pensó. Pero algún día lo sabré. Vanessa revisó sus redes sociales y frunció el ceño.
Allí estaba, una foto borrosa de su camioneta con la leyenda: «Hay quienes creen que el dinero borra los modales». La habían republicado cientos de veces. Y aunque su rostro no era visible, la gente estaba atando cabos.
¿Quién está difundiendo estas tonterías?, le espetó a su asistente. Casey dudó. Quizás deberías disculparte.
Vanessa se rió con amargura. A un barrendero. Ni siquiera recuerdo su cara.
Pero su confianza se resquebrajó. De vuelta en el hotel, el nombre de Emma quedó limpio. Los gerentes la recibieron con asentimientos.
Algunos miembros del personal incluso les ofrecieron cálidas sonrisas. Tina fue suspendida dos semanas. Y aunque Emma no guardaba rencor, mantuvo la distancia.
Esa tarde, Ethan regresó, esta vez sin disfraz. Se acercó a Emma mientras ella arreglaba flores en el vestíbulo. «Otra vez tú», dijo con una sonrisa juguetona.