Era solo una limpiadora que intentaba llegar al trabajo. ¡Una salpicadura de barro le cambió la vida! La mujer rica al volante no tenía ni idea: alguien poderoso la observaba…
El aire olía diferente. Flores frescas, esmalte caro. Las alfombras eran más suaves, las paredes más silenciosas.
Caminaba con la cabeza gacha, intentando no llamar la atención. Pero su trabajo era impecable. Cada rincón brillaba bajo su cuidado.
Un invitado la observaba en silencio desde una tumbona cercana. Era Ethan, de nuevo con ropa informal, oculto tras unas gafas de sol y un periódico. Observaba cómo trabajaba.
Cómo sonreía cortésmente, incluso a quienes la ignoraban. Finalmente se levantó y se acercó. «Disculpe», dijo.
¿Sabes dónde está el Sky Lounge? Emma se giró y sonrió amablemente. Sí, señor. Te acompaño.
Mientras se movían, él preguntó: “¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?”. Casi dos años, respondió ella. Ha sido duro, pero paga las cuentas.
Él asintió. ¿Lo disfrutas? Ella dudó. No sé si a alguien se le ocurre fregar pisos, pero yo estoy agradecida.
Intento hacerlo lo mejor que puedo. Se detuvo. —Haz más que eso —dijo en voz baja.
Brillas. Emma soltó una risita. Gracias, creo.
Ethan no reveló quién era en realidad. Simplemente la vio alejarse, sin dejar de sonreír. Más tarde ese mismo día, Vanessa se sentó frente a su padre en un restaurante de lujo, con su frustración apenas disimulada tras su maquillaje impecable.
«Alguien me tiene en la mira», dijo, removiendo su vino sin beber. Primero esa foto, ahora la gente murmurando en línea. Es como si hubiera una campaña en mi contra.
Su padre parecía tranquilo mientras bebía. O tal vez, dijo. Alguien solo está sosteniendo un espejo. Vanessa apretó la mandíbula.
Por favor, no he hecho nada malo. Pero en el fondo, una parte de ella lo sabía. En algún momento de su pasado, había pisoteado a gente sin mirar atrás.
En el hotel, Emma encontró un pequeño ramo en su casillero. No había ninguna nota, solo flores. Las miró confundida, pero profundamente conmovida.
Alguien la observaba. Pero no para hacerle daño, sino para ayudarla. Cuanto más se levantaba Emma, más atención atraía.