Era solo una limpiadora que intentaba llegar al trabajo. ¡Una salpicadura de barro le cambió la vida! La mujer rica al volante no tenía ni idea: alguien poderoso la observaba…
Pero en cuanto terminó el programa, Vanessa le gritó a su equipo: «Mi café estaba demasiado frío. Despidan a la nueva».
Nadie se atrevió a responder. Ese era el mundo de Vanessa. Frío, cortante y lleno de máscaras.
Pero las cosas estaban cambiando. Esa noche, Ethan hizo otra llamada. «Quiero que la asciendan», le dijo al gerente regional del hotel.
Encuentra una manera, en silencio. El gerente dudó. «Solo es limpiadora», la voz de Ethan se volvió firme.
No es cualquiera. Emma estaba barriendo el gran vestíbulo del hotel cuando el supervisor jefe la llamó. Emma Davis, dijo, mirando un portapapeles.
Ella asintió, nerviosa. Te han trasladado a mantenimiento del piso VIP. Empieza mañana.
Mejor paga, menos desorden. Abrió los ojos de par en par. Señor, ¿está seguro? No presenté mi solicitud.
—Está aprobado —interrumpió—. ¡Felicidades! —Hizo una ligera reverencia.
Gracias, señor. En cuanto se alejó, empezaron los susurros. ¿Piso VIP para ella? ¿Sedujo a alguien? Debía conocer a alguien de alto rango.
Emma lo oyó todo, pero no dijo nada. No tenía ni idea de por qué su vida estaba cambiando. Pero en el fondo, sentía una alegría silenciosa.
Compartió la noticia con Olivia más tarde esa noche. Y su hermanita la abrazó fuerte. ¿Ves? Las cosas buenas pueden pasar.
Mientras tanto, Ethan seguía observando desde las sombras. Ahora visitaba el hotel con más frecuencia, siempre disfrazado. Observaba su amabilidad, su fuerza serena, cómo trataba a cada huésped como a la realeza.
Aunque nadie la había tratado así, la admiraba profundamente, pero aún no le había hablado bien. Esa misma noche, Vanessa recibió un sobre extraño en su oficina. Dentro había una fotografía, granulada pero nítida.
Mostraba su coche salpicándole barro a Emma. Había una nota adhesiva. No todo el mundo olvida.
Vanessa entrecerró los ojos. ¿Qué clase de broma pesada es esta? Rompió la nota y la tiró. Pero algo en su pecho se encogió.
Por primera vez, no se sintió intocable. De vuelta en el hotel, Emma encontró otra nota en su casillero. Sigue brillando.
El mundo te ve, aunque la gente finja no hacerlo. Lo miró fijamente, perpleja, pero conmovida. No sabía quién estaba detrás de los regalos.
Pero algo estaba pasando. Y en el fondo, esperaba que fuera algo bueno. Emma pisó con cuidado la planta VIP por primera vez.