Era una mujer fuerte que había criado a Clara sola después de que el padre las dejara cuando la niña tenía 5 años. Comprendió inmediatamente la situación. Acogió a su hija sin preguntas, sin juicios, solo con abrazos y té caliente. Mateo nació en una cálida noche de julio en la maternidad del Hospital del Mar. Pesaba 3,G y 200 g. Tenía un mechón de cabello negro. Y cuando abrió los ojos por primera vez, Clara vio inmediatamente a Diego en esa mirada.
Los mismos ojos oscuros, la misma intensidad. Su corazón se apretó, pero luego el bebé apretó su dedo con esa pequeña mano y todo el dolor se desvaneció. Mateo era suyo, solo suyo. Los primeros años fueron difíciles. Clara trabajaba como freelance, tomando pequeños proyectos de arquitectura desde Gaza mientras su madre cuidaba a Mateo. El dinero siempre era poco. Las noches sin dormir muchas las dudas constantes. Pero también había alegría. La primera palabra de Mateo, los primeros pasos, el primer día de guardería.
Clara nunca le dijo a Mateo quién era su padre. Cuando el niño comenzó a hacer preguntas, ella simplemente le dijo que papá se había ido antes de que él naciera, que no era parte de sus vidas. Mateo aceptó esta explicación con la naturalidad de los niños, enfocándose, en cambio, en la abuela que lo adoraba, y en la mamá que era su mundo entero. Pero mientras Mateo crecía, Clara cambiaba. El dolor del divorcio lentamente se transformó en determinación.
decidió que no se quedaría como freelance precaria toda la vida. comenzó a estudiar por las noches después de acustar a Mateo, obteniendo certificaciones en gestión de proyectos de construcción, en sostenibilidad ambiental, en diseño urbano. Dos años después del divorcio, fundó su propio estudio. Ruis Design era minúsculo. Ella era la única empleada, pero sus proyectos eran innovadores, ecosostenibles, hermosos. Lentamente, el boca a boca comenzó a difundirse. Pequeñas empresas la contactaban, luego empresas más grandes. A 4 años del divorcio tenía cinco empleados y proyectos en tres regiones.
Clara no pensaba más en Diego, o al menos eso es lo que se decía a sí misma. Pero a veces de noche, cuando no podía dormir, se encontraba revisando su perfil de LinkedIn. Diego se había convertido en sío de una gran multinacional de consultoría. con sede en Madrid. Su carrera había explotado. En las fotos profesionales parecía más viejo, más serio, pero también más distante. No había ninguna foto con Lucía. Probablemente esa relación había terminado como todas las relaciones basadas en traiciones.