En la fiesta de mi esposo, nuestra hija de 4 años señaló a una mujer y dijo: “Mami, esa es la señora con los gusanos.” Al principio me reí, pensando que estaba siendo juguetona… hasta que se inclinó y me susurró el secreto que su papá le había hecho jurar no contar.
Las risas y las charlas de los adultos llenaban la sala, mezclándose con el tintinear de las copas y el suave murmullo del jazz que salía de los altavoces. Olivia acomodó el tirante de su vestido y recorrió el lugar con la mirada. Era el cumpleaños de su esposo Michael, y la casa estaba repleta de amigos, compañeros de trabajo y algunos desconocidos a los que solo conocía de nombre.

Su hija, Emily, al principio se había aferrado a su lado, pero pronto se alejó, fascinada por los globos y las bandejas de pastelitos.
Olivia acababa de dejar su copa de vino sobre la mesa cuando Emily tiró de su manga, con el rostro serio de una manera que solo una niña de cuatro años podía mostrar.
Olivia acababa de dejar su copa de vino sobre la mesa cuando Emily tiró de su manga, con el rostro serio de una manera que solo una niña de cuatro años podía mostrar.
—Mami —susurró Emily, señalando al otro lado de la sala—, esa es la señora con los gusanos.
Olivia parpadeó, confundida. Siguió con la vista el dedo de su hija hasta una mujer alta, morena, vestida de azul marino, que reía junto a Michael cerca de la barra de la cocina.
—¿La señora con qué? —rió suavemente Olivia, esperando que fuera otra ocurrencia infantil.
—Con los gusanos —repitió Emily, bajando aún más la voz. Luego se inclinó hasta el oído de Olivia y añadió—: Papá dijo que no puedo contarte.
Algo helado recorrió la espalda de Olivia.