Si quieres matar poco a poco, solo una gota al día. Valeria extendió la mano y agarró el frasco con ansiedad, un brillo diabólico iluminando su rostro. Está bien, gracias, tía. Se giró para salir sin decir nada más, pero la vieja fue rápida. La sujetó del brazo con una fuerza sorprendente para su edad. Espera, ¿a dónde crees que vas? Ese preparado cuesta caro, muchacha. No es gratis. La pelirroja bufó indignada. En serio, va a cobrarle a su sobrina qua, tía.
La sonrisa de la anciana se ensanchó mostrando dientes amarillentos. Le cobraría hasta el papa. Anda, son 10000 pesos. Valeria abrió los ojos. Incrédula. 10000 pesos. Está loca. 10.000 por un frasquito con unas gotas de líquido. La hechicera tiró del frasco hacia sí, alejándolo de la sobrina. Esto es valiosísimo. Cualquiera pagaría lo que fuera por un veneno que mata sin dejar rastro. Mi sabiduría tiene precio, querida. Y mira nada más. Acabo de recordar que la inflación está alta.
Ahora son 15000 pesos. ¿Qué? 15000. gritó Valeria incrédula. Usted debe estar delirando. Yo no tengo ese dinero, tía. Trabajo como empleada. La vieja soltó otra carcajada sacudiendo los hombros. Engaña a otra, Valeria. Yo te conozco mejor que nadie. Sé muy bien que tienes más de lo que aparentas. Siempre has vivido de estafas. Y si estás trabajando como empleada es porque hay un objetivo mayor. Y algo me dice que este preparado es la pieza que falta en tu jueguito.
Entonces, ¿vas a pagar o lo vendo a otra persona? Decide ya, que mañana puede salir aún más caro. Valeria respiraba agitada, consumida por la rabia. Tomó el celular a toda prisa, abrió la aplicación del banco, digitó los datos de la tía e hizo la transferencia con las manos temblorosas. Mostró la pantalla con furia. Listo, contenta, me dejaste en ceros. La vieja tomó el celular para confirmar y una sonrisa triunfal se extendió por su rostro arrugado. Le devolvió el frasco y dijo con sarcasmo, “Muy satisfecha, sobrina mía, siempre es un placer hacer negocios contigo.
Vuelve pronto.” Valeria arrancó el frasco de sus manos y se dio vuelta bruscamente, bufando de odio. Vieja del infierno.” Gruñó antes de salir pisando fuerte sobre el piso de madera. En el coche de aplicación azotó la puerta con violencia y ordenó, “Vámonos ya a la mansión donde me recogiste.” El conductor, ya molesto por la larga espera, respondió con brusquedad. “Son 500 pesos por el viaje y la espera.” Valeria casi perdió el control. 500 pesos. Hoy todo el mundo decidió robarme.
No puede ser. Aún así, pagó porque no había elección. Cuando llegó a la mansión, salió del coche bufando, pero al mirar el frasco en su mano, sus ojos brillaron. Tranquila, Valeria, tranquila. Pronto toda la fortuna será tuya. Diego va a engañar a esa idiota de Mariela y cuando él esté solo conmigo, si no se porta bien, yo también lo mando al demonio, murmuró para sí misma riendo bajito. Poco después, Mariela, Diego y Enrique regresaron de la salida familiar.