El niño estaba radiante, emocionado con la película. Wow. Esa parte en la que aparecieron los tres hombres araña juntos saltando lado a lado. Fue genial”, exclamó con la energía típica de un niño. Diego, mostrando una sonrisa falsa, concordó con entusiasmo ensayado. “Fue increíble, de verdad.” Mariela sacudió la cabeza aún sorprendida. Hasta yo, que nunca fui fan de las películas de superhéroes, terminé adorándola. En la sala Valeria ya los esperaba. Se había puesto nuevamente el uniforme de empleada como si jamás hubiera salido.
La millonaria frunció el ceño al verla de pie. Impecable. Valeria, querida, ¿qué haces todavía despierta y con el uniforme? La trabajadora sonrió con dulzura fingida, como si fuera apenas una servidora dedicada. esperándolos, por supuesto. No podría dormir sin estar segura de que llegaron bien. Usted sabe cómo soy, señora. Incluso aproveché que no tenía nada que hacer y preparé un mousse de chocolate. No sé si comieron algo en el cine. Los ojos de Enrique brillaron. Qué rico mousse de chocolate.
Yo amo el mous de chocolate. Valeria se agachó hasta la altura del niño, acariciando sus cabellos dorados. Por eso mismo lo hice, Enrique. Sé cuánto te gusta. Mariela, emocionada con aquel gesto, sonrió cálidamente. Eres perfecta, Valeria. Realmente no sé qué sería de nosotros sin ti, ¿verdad, Diego? El padrastro lanzó una mirada rápida a la empleada y en ese breve instante ambos intercambiaron una señal silenciosa de complicidad. Luego respondió con voz firme. Claro, Valeria es perfecta. Enseguida, Mariela tomó una bolsa y le entregó a la empleada el regalo prometido.
El rostro de la pelirroja se iluminó con una falsedad calculada. abrazó a la patrona con un afecto fingido. Ay, señora, no hacía falta, pero me encantó. Me encantó muchísimo. ¿Cómo sabía que yo quería justamente este perfume? Poco después, todos ya estaban acomodados a la mesa del comedor, esperando el postre que prometía cerrar la noche con un clima de alegría. Valeria, con el uniforme impecable y el rostro disfrazado con una sonrisa forzada, anunció con voz dulce, “Voy a la cocina a traer el mous de chocolate y ya regreso.” Diego, sin embargo, se levantó de inmediato.
Sus ojos cargaban la ansiedad de quien ya sabía lo que estaba por suceder. Deja que te ayudo a traerlo todo, Valeria, y esta vez ni intentes decir que no, porque lo hago con gusto. Mariela, inocente, no sospechó nada. Para ella, aquel gesto del marido parecía solo una demostración de gentileza hacia la empleada. Creía que Valeria hacía una vez más su buen trabajo de siempre. permaneció sentada junto al hijo, acariciando con ternura los cabellos del pequeño Enrique. En la cocina, el tono de la conversación cambió de inmediato.
El sinvergüenza habló en voz baja, casi sin contener la euforia. Y entonces, ¿lo conseguiste? La pelirroja abrió una sonrisa triunfante, sacó del bolsillo del uniforme el pequeño frasco transparente y lo levantó frente a él. Está justo aquí. Este es nuestro pasaporte a la fortuna. Pero te advierto, salió caro. La vieja me cobró 15000 pesos. Después me transfieres porque me dejó la cuenta en ceros. El canaya tomó el frasco con cuidado, girándolo entre los dedos como si sostuviera un tesoro.
Su mirada ya no cargaba sombra alguna de compasión por el niño. Si esto realmente pone toda la fortuna de Mariela en nuestras manos, 15000 no es nada. Una sonrisa cruel se apoderó de su rostro. Es hora de que Enrique se despida de este mundo. Valeria arrancó el frasco de vuelta, lo abrió con destreza y sin dudar dejó caer una sola gota en la copa que sería servida al niño. El líquido se disolvió de manera imperceptible en el mus.