En la boda de mi hijo, me sentó en la última fila, avergonzado de mi vida humilde… sin imaginar que el multimillonario a mi lado era el amor de mi vida y ahora dueño del edificio de su suegro. Al final de la recepción, ocurrió algo que nadie esperaba.

—¡Usted no sabe nada de mí!
—Sé que está dispuesto a renunciar a quien lo crió para trepar socialmente. Eso lo dice todo.

Los invitados empezaron a rodearlos. Yo avancé para detener la escena, pero Clara llegó antes.

—Mateo, basta —ordenó, con una dureza que nunca le había escuchado—. Hoy te vi como nunca… y no me gusta lo que estoy viendo.

Él se giró hacia ella, incrédulo.
—¿Tú también?
—Sí. Porque si tratas así a tu madre, ¿cómo me tratarás a mí cuando te incomode?

Mateo abrió la boca, pero no supo qué decir. Se quedó sin discurso, sin excusas, sin máscaras.

En ese momento, Adrián se acercó a mí.
—Isabel… ¿estás bien?
Su voz dulce contrastaba con el caos alrededor.
—Sí —susurré—. Pero nunca imaginé… esto.

—La verdad siempre sale a la luz —respondió.

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