—Mi hijo no me cuenta muchas cosas —respondí con honestidad.
—Lo sé. Y ahora entiendo por qué —dijo ella mirando hacia el escenario, donde Mateo fingía reír con unos tíos suyos—. No quería que yo supiera nada que pudiera avergonzarlo.
Sus palabras me dolieron, pero también revelaban algo importante: Clara no compartía la arrogancia de Mateo.
—Isabel… —continuó— ¿usted sabía que Mateo le pidió a mi padre un ascenso a cambio de “desvincularse de ciertos compromisos familiares”?
Mi respiración se cortó.
—¿Desvincularse? ¿De mí?
—No lo dijo así, pero… se entendía —admitió ella con tristeza.
Me apoyé en la mesa. Nunca pensé que mi hijo llegaría tan lejos para encajar en un mundo que no le pertenecía. Pero la verdad estaba allí, cruda.
Antes de que pudiera responderle, escuchamos un golpe seco. Un vaso había caído. Mateo estaba discutiendo con Adrián a un volumen que ya muchos comenzaban a notar.
—¡No tenía por qué exponerme así! —gritó mi hijo.
—No se trataba de usted —respondió Adrián, tranquilo—. Se trataba de su madre. La relegó. Y eso revela más de usted que cualquier currículum.