Selena leyó la carta y sintió un vuelco en el corazón. Ramón escribió que, cinco años atrás, su empresa se había visto implicada en una importante investigación por fraude fiscal y soborno internacional. Había descubierto documentos que involucraban a altos funcionarios y políticos. Cuando intentó denunciarlo internamente, se convirtió en blanco de amenazas.
Para proteger a Selena, ocultó su lujoso estilo de vida y restringió sus gastos. Cada peso que no le daba, lo transfería discretamente a cuentas seguras en el extranjero, lejos del alcance de quienes intentaban silenciarlo.
«Si algo me sucede», continuaba la carta, «sigue las instrucciones del cuaderno azul. Ahí encontrarás la verdad, y tal vez una salida».
El cuaderno azul estaba repleto de detalles, direcciones, nombres y códigos bancarios. Abrumada, Selena consultó con un abogado. Tras revisar los documentos, el abogado quedó atónito. Ramón había estado colaborando con un grupo de periodistas de investigación que preparaban un importante reportaje sobre corrupción.
Las amenazas no eran imaginarias: correos electrónicos impresos, fotos engañosas, incluso balas selladas en un sobre sin remitente.
Un escalofrío recorrió la espalda de Selena. Durante años había creído que Ramón era un marido frío y codicioso, pero en realidad, la había estado protegiendo de un peligro mucho mayor del que jamás había imaginado.
Durante semanas, Selena estudió los archivos. Entre facturas falsas y correos electrónicos cifrados, encontró una carpeta con su nombre. Dentro había un documento notariado que la nombraba única beneficiaria de una fundación en Suiza, con fondos suficientes para garantizarle una vida segura y digna.
Pero esa seguridad conllevaba una responsabilidad. Ramón le había dejado una última petición: entregar las pruebas al periodista Antonio Mercado.
«Si haces esto», escribió, «desmantelarás una red corrupta, pero arriesgarás tu vida».
Selena tenía miedo. ¿Valía la pena reabrir esas heridas? ¿Estaba preparada para enfrentarse a quienes habían atacado a su marido?
Una noche, mientras miraba una foto de Ramón tomada en Cebú, escuchó su voz en su memoria: