Todo cambió aquel martes de abril. A las 7 de la mañana, Ramón salió de casa apresuradamente, más serio de lo habitual. Selena le dijo que tenían que hablar cuando regresara. Él asintió.
A las 11 de la mañana, sonó el teléfono. Era la policía. Un accidente de tráfico en la Autopista del Norte de Luzón, cerca del kilómetro 39. Ramón había perdido el control del coche al intentar esquivar un camión. Murió en el acto.
El mundo de Selena se derrumbó. El día siguiente transcurrió como un borrón: el funeral, los documentos, las flores y las palabras vacías de los amigos. Todo pasó ante sus ojos como si no estuviera allí.
Una semana después, el notario le entregó la llave de una pequeña caja fuerte metálica. Era la misma que Ramón guardaba bajo llave en el estudio, escondida en un armario con contraseña. Selena dudó antes de abrirla. Dentro había archivos, facturas, cuadernos con la letra de Ramón y una memoria USB.
Encima había una carta con su nombre:
«Para Selena. Si estás leyendo esto, ya no estoy contigo».
Le temblaban las manos al abrirla. La primera frase le heló la sangre:
«Siento haber guardado silencio durante años. Hice todo esto por ti».