En el año 2000, tres bebés trillizas desaparecieron de un hospital. Veinticinco años después, una enfermera en su lecho de muerte finalmente confesó.

—La Fundación no permite fugas —admitió Herrera—. Hoy soy el único que queda operando aquí. El resto… se dispersó cuando la presión aumentó. Pero querían cerrar el caso de las trillizas para siempre. Usted está reabriendo algo que no debía abrirse.

—Yo no trabajo para criminales —dijo Elena—. Dígame dónde están. Ahora.

Julián alzó las manos.

—Puedo ayudarla… pero no aquí.

En ese momento, un ruido retumbó desde el pasillo. Voces. Pasos apresurados.

—Nos han detectado —murmuró Herrera—. Si ellos la encuentran, no saldrá viva.

Elena sacó su arma.

—¿Quién viene?

—Seguridad privada. No del hospital. De Horizonte.

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