En 1991, cuatro chicas adolescentes de la misma clase de instituto dejaron atónita a toda su comunidad cuando, una tras otra, se descubrió que estaban embarazadas. Antes de que nadie pudiera comprender lo que estaba ocurriendo, desaparecieron sin dejar rastro. Los padres quedaron destrozados, el pueblo se ahogó en rumores y la investigación policial no encontró ninguna pista. El instituto, antes lleno de vida, se volvió inquietantemente silencioso, con pasillos cargados de secretos y preguntas sin respuesta. Pero treinta años después, un conserje casi olvidado del centro encontró algo inesperado…

La llevó a la luz y, al abrirla, se quedó inmóvil. Había fotografías de las cuatro chicas, algunas dentro del propio instituto, otras en un lugar desconocido; dibujos de planos; anotaciones de horarios; listas de nombres; y, al final del todo, una carta fechada en marzo de 1991. La letra era temblorosa. El remitente: Julia Arjona.

Eusebio, con las manos frías y el pulso acelerado, entendió que aquello no podía ignorarse. Había protegido un secreto durante demasiado tiempo, quizá sin saberlo. Y ahora, por primera vez en tres décadas, algo se había movido.

Tengo que enseñar esto a alguien”, murmuró.

Pero antes quería leer la carta.

Y lo que encontró dentro cambiaría para siempre la versión oficial de la historia…

La carta estaba escrita a mano, con tinta azul desvaída. Algunas palabras se habían corrido a causa de la humedad, pero el mensaje era perfectamente legible. Eusebio comenzó a leer mientras se sentaba en el banco del pasillo, como si necesitara apoyo físico para soportar lo que estaba a punto de descubrir.

Si alguien encuentra esto, por favor, no nos juzgue. No teníamos otra salida”.

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