Emily regresó a casa a regañadientes, sabiendo que su suegra, siempre descontenta, y su esposo discapacitado, a quienes cuidaba, la esperaban. Pero en cuanto entró, ¡se quedó paralizada al oír su conversación! Sus palabras le provocaron escalofríos…

La miró confundido. “¿Qué hace aquí?” “¿Por qué?” Emily sonrió, disimulando su ira.

Quería arremeter contra ese hombre hipócrita. «Es la primera vez en seis meses que te veo caminar. ¿No es un milagro?». «Yo, eh, camino», balbuceó James.

Solo entonces se dio cuenta de que estaba frente a su esposa, no en silla de ruedas. “¡Sí que lo haces!”, fingió Emily con alegría. “¡James, estoy tan feliz! ¡Imagina cómo cambiará nuestra vida!”. “¿Cómo?”, repitió James, sorprendido.

No sabía cómo escabullirse. Lo pillaron fingiendo su discapacidad, con Lauren cerca. Dios no quiera que le haya derramado algo a Emily.

Mientras estuviera casada, Emily no podía saber nada de su amante ni del lavadero de coches. “¿Cómo?”, sonrió Emily. “Volveremos a nuestro apartamento”.

Volverás a trabajar, vivirás como antes. Y lo mejor de todo: tendremos un bebé. —¿Qué bebé? —James la miró fijamente.

—Dios mío, ¿también está embarazada? —No podía soportarlo—. James, entiendo que estés desbordado de alegría. Yo tampoco puedo creer lo que veo. Emily miró a Susan, que había permanecido en silencio, pensando frenéticamente.

—Oh, mi querida suegra está sin palabras de alegría. —Susan, ya puedes relajarte.

—Nos mudamos. —No me molestaste —dijo Susan encogiéndose de hombros. Sus sueños de viajar a Europa se estaban desmoronando.

¿Por qué apareció Emily con su amiga? “Me encantaría seguir viviendo juntas”. “¿Por qué?”, ​​preguntó Emily sorprendida.

Tengo un apartamento de tres habitaciones, así que no necesito compartirlo. Además, quiero un bebé. —Hizo un puchero juguetón.

Sarah observaba, aplaudiendo mentalmente. Emily estaba sacando de quicio a James y a su madre con maestría. Unos minutos más, y mostrarían su verdadera cara.

Sarah miró a Lauren y dejó de sonreír. Lauren parecía lastimera, pálida, dolida al ver a su amado no decirle nada a su supuesta exesposa.

Solo entonces Lauren se dio cuenta de que James era un mentiroso y un sinvergüenza. Sarah le tomó la mano para apoyarla. Sí, Lauren se equivocaba al salir con un hombre casado.

Sí, esperó a que James se divorciara. Sí, quedó embarazada de un hombre casado. Pero ¿quién podría juzgarla? ¿Somos todos sabios en el amor? Cuando escuchamos lo que queremos, no importa si es verdad.

Lauren, con la mirada fija en James, apretó con fuerza la mano de Sarah. Necesitaba apoyo, pues se daba cuenta de que las palabras de James no se correspondían con la realidad. “Emily, ahora no es momento para un niño”, murmuró James.

Entiende, solo me estoy recuperando. —¿Ese es el único problema? —Emily se animó—. Tonterías.

Nuestro bebé te dará fuerzas para seguir adelante. Imagínatelo: serás papá. Te sentirás responsable de este niño.

“Querrás lo mejor para ellos. Quizás incluso montes un negocio”. “¿Qué negocio?”, balbuceó James, mirando a su madre. ¿Cómo lo sabía su esposa? ¿Casualidad? “Venderemos el apartamento de Susan”, dijo Emily con entusiasmo, rebosante de ideas.

“¿Por qué el mío?” Susan se quedó atónita.

—Porque viviremos en la mía con el bebé. —Emily miró a Susan como si estuviera loca por no entenderlo—. ¿Qué no está claro? —¿Dónde viviré? —preguntó Susan.

El pánico la invadió. Necesitaba un plan antes de que Emily la dejara sin hogar. “¿Dónde?”, preguntó Emily, sorprendida por la pregunta.

“Te encontraremos un alquiler, pero Michael lo pagará”. “No entiendo”, dijo Susan sentada en el banco.

La última media hora parecía un teatro absurdo. Con Lauren, ella tenía la situación bajo control, pero Emily era un huracán que lo arrasó todo.

Emily lanzó ideas brillantes una tras otra. Susan necesitaba tiempo para pensar.

—James, llévame a mi habitación —dijo Susan, poniéndose de pie—. Susan, vamos —dijo Emily con un puchero.

“Estábamos teniendo una charla tan agradable, y te vas, llevándote a mi amado esposo”. “Emily, ¿qué quieres?”, preguntó James bruscamente.

Estaba harto de sus teatralidades. “Quiero el divorcio”, Emily dejó de sonreír.

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