Emily regresó a casa a regañadientes, sabiendo que su suegra, siempre descontenta, y su esposo discapacitado, a quienes cuidaba, la esperaban. Pero en cuanto entró, ¡se quedó paralizada al oír su conversación! Sus palabras le provocaron escalofríos…

—Buena suerte —dijo James con desdén—. No creas que te librarás de mí tan fácilmente. —Solías chantajearme con tu discapacidad —dijo Emily en voz baja, con palabras firmes.

“Ahora sé que has estado mintiendo sobre las consecuencias del accidente”. “Pruébalo”, James dejó de sonreír, sintiendo la gravedad.

—Conseguiré el historial del hospital si hace falta —amenazó Emily, cambiando de tema—. Por cierto, sé lo de tu lavadero de coches. —¿Cómo? —James palideció.

“¿Quién te lo dijo?” “Buena gente”, Sarah no pudo resistirse. “¿Tú eres la buena persona?” James miró fijamente a Lauren, que estaba junto a Sarah.

—¡Qué idiota! —No insultes a las mujeres —advirtió Kevin—. ¡Que se jodan todos! —gritó James—. No conseguirás nada de mí.

“¿Escuchaste eso?” “Ya veremos”, sonrió Emily, emocionada.

Había terminado con esta farsa. Todo estaba claro.

Se dirigió al coche, seguida de Sarah y Lauren. Kevin se quedó atrás, atándose los cordones.

Al acercarse al coche, Emily se giró. «No quiero a este niño. Maldita sea».

—¡Todo es culpa tuya! —gritó James con odio, abalanzándose sobre Lauren y empujándola hacia la carretera. Lauren, sorprendida, cayó con fuerza sobre el asfalto.

Lo último que vio fue un coche acercándose a toda velocidad. Emily no podía comprender cómo había sucedido. Se quedó mirando a Lauren en la carretera, culpándose.

Si no hubiera involucrado a la amante embarazada de James, Lauren estaría a salvo en casa. Ahora yacía inconsciente, y el destino del bebé era incierto.

Por suerte, el conductor giró justo a tiempo, evitando a Lauren. El coche giró y se detuvo en la carretera. Menos mal que el refugio era rural, con poco tráfico.

El conductor se bajó y se acercó a Lauren, donde Sarah se arrodilló para ver cómo estaba. Sarah la llamó por su nombre, evitando tocarla por si se lastimaba.

Cualquier paso en falso podía ser desastroso, y Sarah no quería ser parte de eso. En el poco tiempo que había conocido a Lauren, se había encariñado con su historia. James intentó huir tras empujar a Lauren, pero Kevin lo detuvo.

He quickly restrained the coward, holding him tight. “Let me go!” James squealed, struggling.

“It hurts!” “Try moving again, and I’ll hit you,” Kevin promised. “It’ll hurt more.” James, a coward at heart, avoided fights, fearing damage to his “pretty face.”

That was the last thing he wanted. After Kevin’s warning, he quieted, seemingly resigned.

In reality, he was waiting for a chance to break free. He knew the police would arrive soon, and this stunt wouldn’t go unpunished. Susan ran up to Kevin.

Despite her age, she was spry, aiming to hit Kevin to free her precious son. “You brute! You’re hurting my James!” she screamed, swinging her small fists.

Kevin dodged the old woman’s blows. “Let my James go!” Emily turned to Susan, fury rising.

Even now, Susan defended her son. Emily stepped between Susan and Kevin, glaring at her mother-in-law.

“Touch Kevin again, and I don’t know what I’ll do!” she threatened. “Instead of staying out of it, you’re trying to save your son from his consequences. Your James is a monster who nearly killed his child’s mother, and you’re defending him.”

Leave a Comment