Ella pensaba que solo era un pobre mendigo, y lo alimentaba a diario con su poca comida… ¡Pero una mañana su secreto la dejó sin palabras!…

Dentro, vio cocinas de gas, ollas limpias, congeladores, refrigeradores e incluso uniformes para los trabajadores. Se giró lentamente para mirar al jefe George. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

¿Compraste todo esto? ¿Para mí? El jefe George entró y se paró a su lado. Sí, dijo en voz baja. Me alimentaste con tu poco dinero cuando no tenías nada.

Ahora quiero darte un lugar donde reyes y reinas vendrán a comer. Nunca volverás a sufrir. Ester cayó de rodillas.

Se cubrió la cara con las manos. Lloraba, pero eran lágrimas de felicidad. «No sé qué decir», dijo.

—No hace falta que digas nada —respondió el jefe George—. Tu amabilidad ya ha hablado por ti. Desde ese día, Esther se convirtió en la jefa de un gran centro comercial en Lagos.

Ya no era como su pequeña tienda de carretera. Este lugar era magnífico. Los pisos brillaban.

Las paredes estaban bien iluminadas. Las sillas eran suaves y limpias. Se escuchaba música suave de fondo.

La gente sentía paz al entrar. Ya no cocinaba. No servía comida.

Cocineros profesionales se encargaban de la cocina. Vestían batas y gorros blancos. Los camareros vestían elegantes uniformes y sonreían mientras servían la comida.

Esther estaba sentada en su oficina, arriba. Su nombre estaba en la puerta. Su foto, en la pared.

Todos la respetaban. Pero incluso con todo el dinero, la comodidad y la fama, nunca olvidó sus orígenes. Nunca olvidó a Papá J. Y nunca olvidó cómo la bondad le cambió la vida.

Una mañana, su gerente entró en su oficina. «Señora», dijo. «El camión de comida está listo».

Esther se levantó. —Vamos —dijo. Afuera del restaurante, una gran camioneta blanca la esperaba.

En el lateral de la camioneta había un nombre: El amor de Esther por la comida. Alimentando a los hambrientos.

Esther había fundado una organización benéfica. Cada semana, sus camiones de comida recorrían la ciudad. Regalaban comida a personas sin recursos, bajo los puentes, cerca de las paradas de autobús y en los alrededores de los mercados.

Leave a Comment