El Precio del Silencio: La Noche en que el Mármol Habló

💥 La Revelación en el Azulejo Frío
La escena fue un golpe seco, visual, brutal. Rosalía Herrera, 68 años. Arrodillada sobre el azulejo frío. Su falda empapada de agua y cloro. El rostro, una máscara de sudor y esfuerzo. Y lo peor, lo que le heló la sangre: los mellizos atados a su espalda. Una manta vieja, un nudo torpe. Lloraban en un murmullo constante, mecidos por el temblor de la abuela. Las manos de Rosalía, rojas, agrietadas, se aferraban a una esponja gastada.

Acción.

Martín avanzó como un depredador. Dos pasos largos. Se arrodilló sobre el charco, sin importarle el traje ni el agua helada.

“¡Mamá! ¿Qué demonios haces?”

Rosalía levantó la vista. El miedo y la vergüenza eran más pesados que el cloro. Sus ojos, antes llenos de la luz de Triana, ahora eran solo súplica.

“Hijo… yo… estoy bien. Solo estaba terminando esto. Adriana… me dijo que…”

Emoción.

Martín sintió que el aire se le escapaba. Culpa. No era un sentimiento; era un peso físico, una armadura de mentiras que se rompía en su pecho. Él, el hijo de éxito, el que había construido una vida “perfecta” a kilómetros de distancia, había sido ciego.

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