El Precio de la Perfección: La Revelación de la Dama del Miedo

2. La Flor, la Culpa y el Fantasma
El restaurante quedó vacío. Clara encontró la nota sobre la Mesa 12: A veces el silencio es más peligroso que el error.

En la cocina, don Emilio la observaba. “Esa mujer,” murmuró, “no soporta perder. Y tú, chica, no sabes lo que has empezado.”

La semana transcurrió bajo una calma tensa. Pero Clara no podía parar. Su mente, aún con la agudeza de su antiguo trabajo como periodista, buscaba el punto débil en la armadura de perlas de Beatriz.

Una tarde, encontró a Mateo, el hijo del cocinero fallecido, dibujando.

“¿Quién es?” preguntó.

“La señora del cuadro. La de la pared del salón grande,” respondió el niño.

Clara recordó el retrato: una mujer rubia, joven, con una flor amarilla en el pecho.

“Es raro. Mi papá decía que esa señora antes tenía otro nombre. Bea Rojas,” susurró Mateo. “Don Emilio me dijo que era un secreto.”

El nombre. Bea Rojas. Un pasado que alguien había enterrado con prisa y dinero.

Clara buscó. Nada. Solo Beatriz Llorente, perfecta, inalcanzable. Pero recordó un detalle: la frase de Beatriz. La perfección no existe. Quizás no hablaba del restaurante, sino de sí misma.

Buscó en el almacén. Encontró una carpeta. Dentro, una hoja amarillenta: Agencia de Modelos Rojas en Belleza. Firma a bolígrafo: Br.

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