El Precio de la Perfección: La Revelación de la Dama del Miedo

Un escalofrío heló su sangre. Lo tenía.

Esa noche, bajo las farolas, su teléfono vibró.

“Clara Mendoza,” dijo una voz femenina. “Soy yo.” “No me cuelgues. Necesito verte. Soy Beatriz.”

3. La Conversación Frágil
Se encontraron en los Jardines de Murillo. Beatriz, sin joyas, sin maquillaje, era apenas reconocible. Frágil.

“Olvida lo que sabes,” dijo. “No busques más.”

Clara la miró fijamente. “¿Por qué? Porque hay verdades que no deben contarse. Algunas pueden destruir lo poco que queda en pie.”

“No soy periodista ya, señora, pero sé reconocer la culpa cuando la veo,” respondió Clara. “Y la suya está pidiendo perdón a gritos.”

Beatriz bajó la mirada. “Perdón. Hay cosas que ni Dios perdona.”

Se levantó bruscamente. Tenía miedo. Sobre la mesa, dejó una cosa: una flor amarilla de papel. La misma que Mateo le había regalado días atrás.

Fue entonces cuando Clara lo comprendió. Todo estaba conectado. Y aquel niño, Mateo, era la llave de la verdad.

4. El Lazo Dorado y la Redención
A la mañana siguiente, Mateo no apareció. Don Emilio estaba pálido.

“Voy a buscarlo,” dijo Clara.

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