El personal evitaba al multimillonario maleducado, hasta que el modesto padre soltero finalmente decidió defenderse.

Mientras Clara continuaba su diatriba, arremetiendo contra el departamento de marketing, menospreciando y humillando a su equipo, Jack se irguió. No estaba enfadado, solo cansado. Cansado de ver cómo la gente era aplastada por otros.

Cuando ella se giró hacia él, quizá para convertirlo en su próximo objetivo, Jack la miró a los ojos por primera vez.

—Así que quizá —dijo con calma— deberías empezar por recuperar tu corazón.

Sus palabras resonaron en la sala como un rayo. Todas las miradas se volvieron.

Clara entrecerró los ojos. —¿Perdón?

Jack no se inmutó. —Me has oído.

Nadie le hablaba así a Clara Voss.

Por un instante, pareció que iba a reírse; luego su rostro se endureció. —Estás despedido.

Jack asintió una vez. —De acuerdo.

No era desafío. Era aceptación. La serena calma de quienes ya han sobrevivido a lo peor. La miró, tan firme como una montaña.

—Puedes despedirme —dijo en voz baja—. Pero no puedes despedir la verdad. Destrozas a la gente a diario, ¿y para qué? ¿Para sentirte poderoso?

Un murmullo de asombro recorrió la habitación. La mano de Clara tembló ligeramente sobre la mesa.

—Vete —susurró.

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