había preguntado si estaba bien cuando notó que algo le pasaba, por cómo la trataba con respeto, sin hablarle como si fuera menos. Y eso en su vida era nuevo, pero justo por eso se asustó, porque cuando algo te importa de verdad también te da miedo. Y Fernanda ya había tenido suficientes golpes en la vida como para andar soltando el corazón por ahí, así que también empezó a poner distancia. Ya no se quedaba tanto tiempo hablando con Emiliano si sabía que Mauricio estaba cerca.
Ya no se metía tanto en temas que no le pedían. Ya no le llevaba café al estudio como antes. Empezó a ser más puntual, más callada, más medida. Olga lo notó. ¿Se pelearon o qué? Le dijo una mañana mientras cocinaban. ¿Quién? Tú y el señor. Antes se notaba que se llevaban bien. Ahora parece que ni se conocen. Fernanda sonrió con tristeza. No pasó nada. Solo está mejor así. ¿Estás segura? No, pero me cuido. Y sí, ambos se estaban cuidando demasiado, tanto que empezaron a perder lo que habían construido.
Una noche, Mauricio bajó a la cocina por un vaso de agua y la encontró ahí sentada revisando unas hojas. Se miraron, se saludaron, pero no se dijeron nada más. Cada uno siguió en su mundo con una barrera invisible entre los dos. Otra noche, Fernanda pasó frente a la oficina y lo vio ahí con las manos en la cabeza. Agotado, dudó si entrar o no. Se quedó parada frente a la puerta, respiró hondo y siguió caminando. Los dos estaban cargando algo que no sabían cómo soltar.
Y en medio de todo, Emiliano seguía siendo el único que no entendía por qué ese silencio nuevo entre ellos. Una tarde, el niño se acercó a Fernanda mientras ella leía. “Ya no te cae bien, mi papá.” Fernanda lo miró sorprendida. Claro que sí. ¿Por qué dices es eso? Porque ya no se ríen como antes. Ya no platican. Fernanda le acarició el cabello. A veces los adultos se ponen raros. Yo no quiero que te vayas. Ella tragó saliva.
No me voy a ir, Emy. Pero ni ella estaba tan segura, porque cuando lo que sientes empieza a crecer y lo quieres esconder, solo logras sentirte más, solo, más lejos, más confundido. Y eso ya no se podía tapar por mucho tiempo. Fue un miércoles en la mañana. Fernanda ya había dejado a Emiliano en la escuela y estaba sentada en la cocina revisando la lista de compras de la semana. Olga lavaba trastes y la tele estaba prendida de fondo.
Como siempre, nadie la estaba viendo realmente, era solo ruido de fondo, hasta que una frase la congeló. El empresario Mauricio Herrera, viudo y uno de los solteros más codiciados del país, podría estar comenzando una relación con su empleada doméstica. Según fuentes cercanas, Fernanda levantó la cabeza de golpe. Olga se giró. La conductora del programa sonreía frente a la cámara con esa cara de falsa emoción que usan para los chismes. Las imágenes que llegaron a nuestra redacción muestran a la joven acompañándolo en eventos familiares, cuidando a su hijo y entrando y saliendo de su residencia a diferentes horas.
Algunos dicen que la relación es seria y que incluso ya vive con él. ¿Será este el regreso al amor para Mauricio Herrera? Fernanda sintió que el piso se le movía. Olga agarró el control y le subió el volumen. Las imágenes eran borrosas, tomadas desde lejos, pero sí era ella, saliendo de la camioneta, entrando con Emiliano al colegio, caminando por el jardín con una carpeta en la mano. Nada comprometedor, pero suficiente para armar un escándalo. Qué poca, dijo Olga.
¿Quién soltó eso? Fernanda no podía ni hablar. tenía la cara blanca. En ese momento, Marilu entró a la cocina. También había visto el programa. Ya salió la nota, ¿eh? Te dije que esto iba a pasar tarde o temprano. ¿Cómo que ya salió? Preguntó Fernanda sin entender. Desde hace días había rumores. Renata andaba soltando cosas. Se lo dije al señor, no me hizo caso. Fernanda se agarró la cabeza. Sentía una mezcla de vergüenza, enojo y miedo. Sabía que Mauricio no iba a estar contento.
Pero más allá de eso, no sabía cómo iba a afectar al niño, a su mamá, a todo. No quería escándalos, no quería estar en la boca de todos. Dejó la lista sobre la mesa, subió a su cuarto, se encerró y marcó al hospital. Ma, si ves algo en las noticias, no te asustes. No es lo que parece. ¿Qué pasó, hija? Una tontería, una mentira, pero ya sabes cómo son, solo no te preocupes, Kisí Trató sonar tranquila, pero su mamá ya conocía ese tono.
No preguntó más, pero se notaba preocupada. A media mañana, Mauricio llegó. Fernanda lo escuchó entrar y bajó con pasos firmes. Lo encontró en el estudio revisando su celular con el ceño fruncido. Había visto la nota. No fui yo, dijo ella sin rodeos desde la puerta. Él levantó la mirada. Lo sé. No sé quién. Bueno, sí lo sé, pero no entiendo cómo pudieron sacar esas imágenes. Es fácil. La casa tiene puntos ciegos, el colegio también. Cualquiera con una cámara y ganas de molestar puede hacerlo.
Fernanda se cruzó de brazos. ¿Qué vas a hacer? Ya hablé con mi abogado. Estamos viendo cómo frenar esto. Pero si quieren seguir inventando, lo van a hacer. Y si siguen y si esto le afecta al niño. Mauricio se quedó callado. Mira, dijo ella bajando el tono. Yo no vine aquí a provocar problemas. Si esto se sale de control, me voy. No quiero estar en el centro de nada. No me interesa ser parte de un chisme, mucho menos arriesgar que le hagan daño a Emiliano.
Mauricio se paró, caminó hacia ella. Tú no hiciste nada malo. No importa, ya me están señalando como si sí. ¿Sabes cuántos mensajes tengo en mi celular? ¿Cuántos comentarios dejaron en mis fotos viejas? Me buscaron, me escarvaron y no tengo nada que ocultar, pero tampoco tengo por qué aguantar esto. No te vas a ir. ¿Y qué vas a hacer? Lo voy a enfrentar. Y lo hizo. Ese mismo día, Mauricio publicó un mensaje en sus redes, corto, directo, sin dar explicaciones sobre lo que circula.
Mi vida privada no es material de especulación ni entretenimiento. Las personas que trabajan conmigo merecen respeto. Las mentiras no me preocupan, pero sí me ocupan. A los medios. Basta. Fernanda lo vio desde el celular, no dijo nada, pero por dentro algo le tembló. No estaba acostumbrada a que alguien la defendiera así, sin rodeos, sin condiciones, pero eso no evitó lo que vino después. Al día siguiente, afuera del colegio había fotógrafos esperando. Tomaron fotos cuando Emiliano bajó de la camioneta.
Fernanda lo abrazó, lo metió al salón lo más rápido que pudo y luego se metió a llorar al baño de maestras. No era justo. Él no tenía nada que ver y ya lo estaban metiendo en esto. Mauricio explotó cuando se enteró. habló con la directora del colegio, puso seguridad en la puerta, hizo llamadas, amenazó con demandas, pero la bola ya estaba rodando, ya no había vuelta atrás. En la casa el ambiente se tensó más, algunos empleados cuchicheaban más fuerte.
Mary Luni la miraba y Fernanda ya no podía salir ni a la tienda sin sentir que la observaban. Una noche, Olga la encontró llorando en la cocina. No puedo con esto”, le dijo. Yo solo quería trabajar, cuidar a Emiliano, ayudar a mi mamá. No vine a meterme en la vida de nadie y ahora estoy en todos lados como si fuera una trepadora. No les hagas caso, Fernanda. Tú sabes quién eres. Sí, pero ya no sé si eso basta.
No durmió esa noche. Y lo peor era que no era por Mauricio ni por los medios. Era por esa sensación de estar perdiendo el control de su vida, por ese miedo de que la historia se estuviera escribiendo sin preguntarle nada, porque aunque no había hecho nada malo, ya la estaban juzgando como sí, sí. Y eso, eso dolía como si fuera verdad. El escándalo no bajaba. A pesar de que Mauricio había publicado su comunicado y de que el abogado estaba en contacto con algunos medios para pedirles que retiraran la nota, la historia seguía.
En redes sociales salían memes, comentarios hirientes, chismes inventados, gente diciendo que seguro ella se metió por interés, otros diciendo que seguro él ya la tenía desde antes. Nadie sabía nada, pero todos hablaban como si sí. Fernanda no quería salir ni al jardín. Se sentía observada incluso adentro de la casa. Marilu seguía en su papel de estatua. No le hablaba, pero le dejaba claro con su cara que estaba de acuerdo con todo lo que decían afuera. Algunos empleados la trataban con una mezcla de lástima y desprecio.
Hasta Olga, que era la única que seguía siendo amable, ya no podía evitar la tensión. Y en medio de todo eso, Mauricio planeaba algo más. No dijo nada, no avisó, solo hizo un par de llamadas, habló con su jefe de comunicación, pidió un espacio en un noticiero y cuadró la fecha. Iba a salir en televisión. No para dar detalles de su vida, ni para hacer drama, ni para confirmar nada. Solo quería poner un alto definitivo. La entrevista se grabó un viernes al mediodía en una sala sencilla, sin luces exageradas ni escenografía falsa.
El conductor era serio, uno de los pocos que no se prestaba a chismes. Mauricio lo eligió por eso. Fernanda no tenía idea. Ella estaba en casa ayudando a Emiliano con una tarea de ciencias. Cuando sonó el celular de Olga, la señora contestó y de inmediato la miró con ojos grandes. Prende la tele. Canal 7. ¿Por qué? El señror Mauricio está hablando en vivo. Fernanda se quedó helada, corrió a la sala, tomó el control, cambió el canal y ahí estaba Mauricio sentado frente a la cámara, vestido de traje oscuro, sin corbata, serio, tranquilo, pero con los ojos firmes.
No parecía nervioso, no parecía enojado, solo decidido. “Señor Herrera,”, empezó el conductor. “En los últimos días ha habido mucha especulación sobre su vida personal. Hay imágenes, rumores, incluso acusaciones en redes sociales. ¿Qué tiene que decir al respecto? Mauricio respiró hondo y miró directo a cámara. Que ya basta. Estoy cansado de que la gente crea que puede inventar cosas sobre mí, sobre mi hijo o sobre las personas que me rodean solo porque tengo dinero o porque mi apellido les suena.
El conductor lo dejó seguir. La persona de la que están hablando no es una modelo, ni una figura pública, ni alguien buscando fama. Es una mujer trabajadora, honesta, que ha estado apoyando a mi hijo de una forma que nadie más lo había hecho desde que perdimos a su mamá. Y no, no tenemos una relación sentimental, pero aunque la tuviéramos, no es asunto de nadie. Fernanda se quedó sentada en el sillón sin moverse. Sentía las mejillas calientes, el corazón acelerado.
Escuchar su nombre así, sin filtros, sin rodeos, la desarmaba y al mismo tiempo le daba coraje. Si quieren hablar mal de mí, háganlo. Estoy acostumbrado, pero déjenla en paz. Ella no hizo nada. No pidió estar en esta situación, solo estaba trabajando. El conductor asintió. Entonces confirma que no hay relación amorosa. Mauricio lo miró fijo. Confirmo que no hay relación. Y también confirmo que si la hubiera no sería motivo de vergüenza, sería mi decisión. Pero por ahora es una falta de respeto hacia ella, hacia mi hijo y hacia la memoria de mi esposa.
Fernanda apagó la tele no porque no quisiera ver más, sino porque no sabía qué hacer con lo que acababa de ver. se quedó ahí en silencio. El corazón le latía rápido. No sabía si salir a buscarlo, encerrarse en su cuarto o salir corriendo. Era demasiada exposición, demasiado peso encima. Minutos después, Mauricio entró por la puerta principal. Venía solo, sin saco, sin celular en la mano. Olga lo saludó. Él asintió. Fue directo al estudio. Fernanda bajó después de unos minutos.
Caminó lento, con pasos suaves, como si no quisiera romper nada. llegó a la puerta del estudio y tocó. ¿Puedo pasar? Sí. Entró. Mauricio estaba sentado frente al escritorio con la mirada clavada en un punto invisible. Cuando la vio, se enderezó un poco. ¿Ya lo viste? Sí, tenía que hacerlo. ¿Por qué no me dijiste? Porque sabía que ibas a decir que no, que no te metiera, que lo dejara pasar. Fernanda lo miró con los ojos entrecerrados. Y tenía razón.
Puede ser. Pero ya me cansé de callarme cada vez que alguien inventa cosas. No voy a dejar que te destruyan por algo que ni siquiera es real. ¿Y qué crees que va a pasar ahora? ¿Que van a pedir perdón? ¿Que van a dejar de hablar? No, pero al menos ahora saben que no me voy a quedar callado. Fernanda se sentó en la silla frente a él. Esto lo cambia todo. ¿Por qué? Porque ahora ya no soy solo la empleada que vive en tu casa.
Ahora soy la que salió en la tele, la que tú defendiste, la que todo el mundo va a mirar de otra forma. Mauricio la miró con más calma. Eso te molesta. No me asusta. ¿Por qué? Fernanda bajó la cabeza, se frotó las manos, respiró hondo. Porque no sé cuánto más puedo cargar sin romperme. Silencio. Mauricio se levantó, caminó hacia ella, se paró justo enfrente. No quiero que cargues con esto sola. Yo te metí aquí. Yo abrí la puerta.
Si tú decides irte, no te voy a detener, pero si decides quedarte, voy a estar. Ella lo miró a los ojos y no hubo beso, no hubo abrazo, solo una mirada larga, profunda, de esas que dicen más que cualquier palabra. Y así se quedó todo, ni cerca ni lejos, pero ya nada era como antes. Habían pasado dos días desde la entrevista. El escándalo en los medios bajó un poco, pero no desapareció. Algunos programas de chisme se callaron, otros insistían.
Las redes estaban divididas. Unos aplaudían la valentía de Mauricio. Otros seguían atacando a Fernanda sin conocerla. Ella trataba de seguir con su rutina, ayudar a Emiliano, ordenar la casa, preparar cosas, evitar hablar de más, pero por dentro ya no estaba igual. Sentía que caminaba sobre vidrio y cada paso, aunque fuera chiquito, podía romper algo. Mauricio tampoco estaba igual. Andaba serio, más de lo normal. Salía a reuniones, regresaba tarde, hablaban poco, pero se notaba que algo le daba vueltas en la cabeza.