EL MULTIMILLONARIO LLEGÓ SIN AVISAR Y VIO A LA EMPLEADA DOMÉSTICA CON SUS TRILLIZOS—LO QUE VIO LO DEJÓ EN SHOCK

“Las negociaciones terminaron antes,” dijo Ethan. Su voz le sonó áspera incluso a él mismo. Se aclaró la garganta. “Por favor. No dejen que los interrumpa.”

“Solo estábamos terminando nuestra rutina nocturna,” dijo Sarah, con la voz temblorosa pero el mentón levantado con firmeza. Puso una mano protectora sobre el hombro de Liam. “Niños, díganle buenas noches a su padre.”

“Buenas noches, Padre,” recitaron al unísono, como pequeños soldados.

Ethan los miró, realmente los miró, por primera vez en años. Llevaban pijamas a juego con cohetes espaciales. Él ni siquiera sabía que les gustaba el espacio.

“Buenas noches,” dijo Ethan. Quería decir más. Quería preguntar sobre los panqueques. Quería preguntar sobre el ratón valiente. Pero la memoria muscular de la paternidad estaba atrofiada. No sabía cómo. “Continúen.”

Se dio la vuelta y se marchó, cerrando la pesada puerta de roble detrás de él. Pero no fue a su despacho. Fue a su habitación, se sentó al borde de su cama tamaño king y se cubrió el rostro con las manos.

A la mañana siguiente, el personal de la casa cayó en el caos. Ethan Sterling no fue a la oficina.

A las 7:30 AM, cuando la cocina solía ser una línea silenciosa preparando su café negro y el desayuno nutricionalmente equilibrado de los niños, Ethan entró. No llevaba traje. Llevaba un suéter de cachemira y unos vaqueros—prendas que parecían nuevas porque casi nunca tenía ocasión de usarlas.

Sarah ya estaba allí, sirviendo huevos revueltos. Se quedó paralizada, la espátula suspendida sobre la sartén.

—Buenos días —dijo Ethan, sentándose en la cabecera de la isla de la cocina en lugar del comedor formal.

—Buenos días, señor —respondió Sarah. Se recuperó rápido y les indicó a los niños que se sentaran—. Niños, servilletas en el regazo.

Los trillizos subieron a los taburetes altos, observando a su padre con desconfianza.

—Tomaré lo mismo que ellos —dijo Ethan.

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