EL MULTIMILLONARIO LLEGÓ SIN AVISAR Y VIO A LA EMPLEADA DOMÉSTICA CON SUS TRILLIZOS—LO QUE VIO LO DEJÓ EN SHOCK

Ethan sintió que las piernas le flaqueaban. Se apoyó ligeramente en el marco de la puerta. Era un hombre capaz de mover mercados con una llamada telefónica, pero en ese momento se sentía como un intruso en su propio hogar.

“Ahora,” dijo Sarah, moviéndose un poco, “díganle a Dios qué los hizo felices hoy.”

Liam, el mayor por dos minutos y normalmente el más travieso, abrió un ojo. Miró a sus hermanos, comprobó que seguían serios, y volvió a cerrarlo con fuerza.

“Me gustaron los panqueques,” susurró Liam. “Los que tenían carita sonriente.”

“A mí me gustó la historia del ratón valiente,” añadió Noah suavemente.

Mason, el más callado, dudó. “A mí me gustó… que nadie gritó hoy.”

El aire se atascó en la garganta de Ethan. Aquellas palabras le golpearon más fuerte que cualquier derrota en la sala de juntas. Nadie gritó hoy. ¿Ese era su punto de referencia? ¿Habían sido las niñeras anteriores demasiado duras? ¿O eran los gritos que dejaba tras su ausencia—el vacío emocional donde debería estar un padre?

Sarah sonrió y pasó suavemente una mano por el flequillo de Mason. “Eso es algo muy hermoso por lo cual estar agradecido, Mason. Amén.”

“¡Amén!” gritaron los niños, rompiendo el hechizo. Se levantaron de un salto, disolviéndose en carcajadas.

Fue entonces cuando Sarah levantó la vista y lo vio.

El color desapareció de su rostro. Se apresuró a ponerse de pie, alisándose el delantal, con los ojos muy abiertos. “Señor Sterling. Yo… no lo esperábamos hasta el jueves.”

Los niños se congelaron. La risa murió al instante. Tres pares de ojos—ojos que eran idénticos a los suyos—lo miraron con cautela. Instintivamente dieron medio paso hacia atrás, acercándose más a las piernas de Sarah.

Ese pequeño movimiento le rompió el corazón a Ethan.

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