El millonario llega a casa temprano… y no puede creer lo que ve

Ella lo miró con determinación.
—“Quería que sonriera más, señor. Un niño debe sonreír todos los días.”

Alejandro guardó silencio. No podía recordar la última vez que había visto a Mateo sonreír con esa alegría.

—“¿Y dónde está Gabriela?”

—“Salió a cenar con sus amigas. Dijo que regresaría tarde.”

—“¿Y tú te quedaste con Mateo?”

—“Sí, señor. Ya cenó, se bañó, hicimos los ejercicios y yo estaba limpiando porque tiró jugo en la sala. Quiso ayudarme a recoger.”

Alejandro miró alrededor, notando por primera vez lo impecable que estaba todo.

—“Lupita, ¿puedo preguntarte algo personal?”

—“Claro, señor.”

—“¿Por qué trabajas como empleada doméstica? Evidentemente sabes de terapia física y eres excelente con los niños. ¿Nunca pensaste en dedicarte a eso?”

Lupita sonrió con tristeza.
—“Porque no tengo diploma, señor. Todo lo aprendí cuidando a mi hermano. Y necesito trabajar para mantener a mi familia.”

—“¿Tu familia?”

—“Mi mamá y mi hermano Carlos. Él tiene dieciséis, estudia en la mañana y trabaja en una tiendita en la tarde. Mi mamá limpia oficinas de noche. Entre todos salimos adelante.”

Alejandro sintió una mezcla de admiración y vergüenza. Aquí estaba una joven de 28 años que trabajaba duro para su familia y aún así encontraba fuerzas para cuidar a su hijo con tanto amor.

—“¿Y nunca pensaste en estudiar, tomar un curso de terapia?”

Lupita soltó una risa amarga.
—“¿Con qué dinero, señor? ¿Con qué tiempo? Salgo de casa a las seis de la mañana, tomo dos camiones para llegar aquí a las siete y media, trabajo hasta las seis de la tarde y regreso a las ocho. Ayudo a mi hermano con la tarea, hago la cena, y me duermo a medianoche. Los fines de semana limpio otras casas para ganar un poco más.”

Alejandro guardó silencio, procesando todo. Apenas sabía nada de la vida de su empleada fuera de esas paredes.

—“Lupita, ¿puedo ver ahora los ejercicios que haces con Mateo?”

—“Sí, señor, si usted quiere. Aunque ya está en pijama… normalmente los hacemos en la mañana, antes de sus clases en línea.”

—“¿En la mañana?”

—“Sí, señor. Llego a las siete y media, preparo su desayuno, y mientras usted aún duerme, hacemos una sesión en el jardín. Luego se baña, desayuna y queda listo para sus clases.”

Alejandro sintió un vacío. No sabía nada de la rutina de su hijo. Siempre salía a las siete y volvía después de las nueve.

—“¿Y le gustan los ejercicios?”

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