El millonario llega a casa temprano… y no puede creer lo que ve

En ese momento, Mateo vio a su padre parado en la entrada. Su carita se iluminó, pero en sus ojos azules había una mezcla de sorpresa y temor.

—“¡Papá, llegaste temprano!” —exclamó, intentando girar rápidamente y casi perdiendo el equilibrio.

Lupita se levantó sobresaltada, dejando caer el trapo. Se limpió las manos en el delantal y bajó la cabeza.
—“Buenas noches, señor Alejandro. No sabía que ya estaba en casa. Solo estaba terminando de limpiar,” —balbuceó nerviosa.

Alejandro aún procesaba la escena. Miró a su hijo, que seguía sosteniendo el trapo, y luego a Lupita, que parecía querer desaparecer.

—“Mateo, ¿qué haces?” —preguntó, tratando de mantener la calma.

—“Estoy ayudando a la tía Lupita, papá. ¡Mira!” —el niño dio unos pasos tambaleantes hacia él, orgulloso—. “Hoy logré estar de pie casi cinco minutos solito.”

Alejandro miró a Lupita, buscando una explicación. Ella bajó la cabeza, retorciendo sus manos.

—“¿Cinco minutos?” —repitió sorprendido—. “¿Cómo es eso posible?”

—“La tía Lupita me enseña ejercicios todos los días. Dice que si practico mucho, algún día podré correr como los demás niños,” —explicó Mateo con entusiasmo.

El silencio llenó la sala. Alejandro sintió una mezcla de emociones: ira, gratitud, confusión.
—“¿Ejercicios?” —preguntó con tono serio.

Lupita alzó la vista, los ojos llenos de miedo.
—“Señor Alejandro, solo estaba jugando con Mateo. No quise hacer nada malo. Si quiere, me voy.”

—“¡La tía Lupita es la mejor!” —interrumpió Mateo, poniéndose entre ambos—. “Ella no se rinde cuando lloro porque me duele. Me dice que soy fuerte como un guerrero.”

Alejandro sintió un nudo en el pecho. ¿Cuándo fue la última vez que había visto a su hijo tan emocionado? ¿Cuándo había hablado con él más de cinco minutos seguidos?

—“Mateo, ve a tu cuarto. Necesito hablar con Lupita,” —dijo firme, aunque con suavidad.

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