Fue hace 6 meses dijo Camila. Su voz tan calmada que daba miedo. Era martes, 14 de junio. Yo salí del trabajo temprano porque me dolía la cabeza. Llegué al departamento a las 3 de la tarde. Abrí la puerta con cuidado porque pensé que Ricardo estaba durmiendo. Todos la escuchaban en silencio absoluto. Hasta los niños en el patio habían dejado de gritar. Caminé por el pasillo. Escuché ruidos en nuestra recámara. Abrí la puerta. Camila hizo una pausa. Sus ojos estaban secos, fríos.
Ya había llorado todo lo que tenía que llorar hacía meses y ahí estaba mi esposo con Sofía, mi mejor amiga desde la secundaria, la madrina de nuestra boda, la que yo consideraba mi hermana. Doña Hortensia se llevó una mano temblorosa a la boca. Se despertaron cuando entré. Ricardo ni siquiera intentó negarlo. Solo me miró y dijo, “Camila, ¿podemos hablar de esto?” Y Sofía. Sofía se cubrió con mi sábana y me dijo, “Lo siento, pero lo amo. Lo amo de verdad.” La voz de Camila todavía no se quebraba.
Era como si estuviera contando la historia de otra persona. Les pregunté cuánto tiempo llevaban juntos. Ricardo me dijo, “O meses. 8 meses de mentiras. 8 meses de que yo preparara su comida, lavara su ropa, durmiera a su lado. Mientras él planeaba su vida con otra. Mi hija intentó hablar doña Hortensia, pero Camila levantó una mano. Ese día no grité, no lloré frente a ellos, ni siquiera les reclamé. Solo tomé mi teléfono, saqué esta foto y me fui.
Caminé hasta una cafetería en la avenida Chapultepec. Me senté, pedí un café americano y pensé, Camila miró directamente a Ricardo. Pensé en cómo había pasado 5 años de mi vida contigo. Pensé en todas las veces que tu familia me hizo sentir menos, en todas las veces que me criticaron por trabajar, por no tener hijos todavía, por no cocinar como tu mamá. y me di cuenta de algo. Se inclinó hacia delante, apoyando las manos sobre la mesa. Me di cuenta de que si hacía un escándalo ese día, tú ibas a voltear la historia.
Ibas a hacerme ver como la loca, la histérica, la celosa. Tu familia me iba a culpar a mí. Siempre lo hacen. Algunas tías bajaron la mirada avergonzadas, así que decidí ser más inteligente. Contraté a la mejor abogada de divorcios de Guadalajara, la licenciada Valeria Montes. ¿La conocen? Don Arturo asintió lentamente. Todos en Guadalajara conocían a Valeria Montes. Había ganado casos imposibles. Había destruido esposos mentirosos en los tribunales. Ella me enseñó algo. La venganza no es gritar, la venganza es tener pruebas.
Y durante 6 meses junté cada prueba que ven en estas carpetas. Camila sacó su teléfono y lo puso sobre la mesa. También tengo grabaciones de cuando Ricardo le contó a su amigo Ernesto cómo planeaba quitarme la casa. De cuando Sofía le dijo que yo era fácil de manipular, de cuando ustedes miró a la familia. Hablaban de mí a mis espaldas en las reuniones familiares. El silencio era tan denso que se podía cortar con cuchillo. Ricardo intentó levantarse, pero su padre lo detuvo con una mirada fulminante.