El marido la llevó a una cabaña abandonada para morir, pero allí tuvo un encuentro inesperado

—Sí, hace mucho.

—Todos van a morir —afirmó la niña con filosofía infantil.

—¿Dices que tu papá también morirá? —la niña se animó.

—La gente muere cuando envejece. Así es la vida.

La niña pensó.

—Mamá estaba enferma… Se fue con los ángeles. Lloro mucho porque la extraño. ¡Ayudaré a papá para que no se muera! —miró a Larisa—. ¿A ti también te trajeron aquí para morir?

—Parece que sí…

—¿Por qué no en un hospital?

Una lágrima rodó por la mejilla de Larisa.

—Él lo decidió así… Para que no me curaran.

—¡Canalla! —exclamó la niña indignada—. ¡Iré corriendo con papá! ¿Sabes quién es? ¡Cura a todos en el pueblo! Excepto a mamá… —su voz tembló.

—¿Cómo es eso?

La niña fue hacia la puerta, luego se volvió y susurró:

—¡Mi papá es un mago!

Larisa sonrió involuntariamente.

—Cariño, eso no existe…

—¡Sí existe! Tu marido dijo que tú crees en eso. Bueno, no te pongas triste, ¡volveré pronto!

—¿Cómo te llamas?

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