
El marido la llevó a una cabaña abandonada para morir, pero allí tuvo un encuentro inesperado
Hace cinco años se casaron. Gleb apareció de la nada —sin dinero, pero con un encanto que la hizo perder la cabeza. Cansada de la soledad y el trabajo, Larisa se enamoró locamente.
Pero le habían advertido… Todos decían que solo quería su dinero, que gastaba sus fondos en otras mujeres. La verdad la supo hace un año. Después de eso, comenzaron los problemas de salud —a veces el corazón, a veces el estómago, a veces todo a la vez. Los médicos lo atribuían a crisis nerviosas.
Intentó no preocuparse. ¡De verdad lo intentó! Pero ¿cómo no preocuparse cuando amas a alguien que te traicionó?
Y ahora era una mujer rica y exitosa, pero tan enferma que no podía salir de esa ruina en el bosque. Su muerte quedaría en secreto.
Medio dormida, Larisa oyó un susurro. Alguien estaba cerca. Su corazón se detuvo —¿serían animales salvajes?
—¡No tengas miedo!
Se sobresaltó.
—¿¡Una niña!? ¿De dónde saliste tú?
Delante de ella estaba sentada una niña de unos siete u ocho años. La niña se agachó junto a ella.
—Yo ya estaba aquí. Cuando él te trajo, me escondí.
Larisa se incorporó.
—¿Estás viva? ¿Cómo llegaste aquí?
—Vengo sola. Cuando discuto con papá, me escondo aquí. ¡Que se preocupe!
—¿Te hace daño?
—¡No! Solo me hace ayudarle. Pero no quiero. ¿Por qué los niños tienen que trabajar? Si no obedezco, me hace lavar los platos. ¡Una montaña! —la niña extendió los brazos.
Larisa sonrió débilmente.
—Quizá solo esté cansado. Quiere darte tareas que puedas hacer. Yo haría cualquier cosa por mi papá si estuviera vivo.
—¿Tu papá murió?