ÉL INVITÓ A SU ASISTENTE AL BAILE Y SUS AMIGOS RIERON… PERO CUANDO ELLA LLEGÓ…

¿Puedo preguntarle algo, señor Castillo? Claro, porque yo seguramente conoce muchas mujeres que estarían encantadas de acompañarlo. Diego la mira a los ojos. Por un momento considera decirle la verdad, que sus amigos se burlaron, que quiere demostrarles que están equivocados, que ella vale más que todas las herederas que conoce, pero algo en su expresión lo detiene.

Porque confío en ti, dice simplemente. Sofía sonríe. La primera sonrisa genuina de la conversación. Déjeme pensarlo esta noche. Le doy una respuesta mañana. Cuando Sofía sale de la oficina, Diego se queda solo con sus pensamientos.

Toma un folder de su escritorio para revisar unos contratos, pero algo se cae al suelo. Se agacha a recogerlo y ve que es un diploma. Universidad Nacional Autónoma de México. Licenciatura en Administración de Empresas. Sofía Morales Vázquez. Mención honorífica. Diego se queda mirando el documento completamente sorprendido. Sofía nunca había mencionado que tenía una carrera universitaria, mucho menos con honores de la UNAM.

Sale de su oficina y la encuentra guardando sus cosas en su escritorio. Sofía, ¿podemos hablar otra vez? Ella nota el diploma en sus manos y suspira profundamente. Ah, eso se me cayó esta mañana. ¿Por qué nunca me dijiste que eras licenciada en administración? Sofía se sienta otra vez, pero esta vez su postura es diferente, más recta, más segura, porque he aprendido que a los patrones no les gusta tener empleados que los puedan intimidar intelectualmente.

Prefieren pensar que somos solo manos trabajadoras, no mentes pensantes. Eso es Diego, busca las palabras. Eso es terrible. Esa es la realidad”, dice Sofía con una sonrisa triste. Cuando llegué aquí hace dos años, mencioné mi título en la entrevista. El gerente de recursos humanos me dijo que era demasiado calificada para el puesto.

Así que en mi siguiente entrevista solo hablé de mi experiencia como asistente. Diego siente algo extraño en el pecho. Una mezcla de admiración y vergüenza. Admiración por la inteligencia y pragmatismo de Sofía. vergüenza por un sistema que la obligó a esconder sus logros. ¿Sabes qué? Dice finalmente, “Acepto tu respuesta sobre el baile mañana, pero quiero que sepas que nunca más tienes que esconder quién eres realmente.” Sofía lo mira con una expresión que él no puede descifrar.

Está bien, señor Castillo, que tenga buena noche. Cuando se va, Diego se queda en su oficina hasta muy tarde, mirando el diploma y pensando en todo lo que creía saber sobre la mujer que trabaja a unos metros de él todos los días. Al día siguiente, Diego llega temprano a la oficina con una extraña sensación en el estómago.

No puede dejar de pensar en la conversación de ayer, en el diploma de Sofía, en todo lo que no sabía sobre ella. Sofía ya está en su escritorio como siempre, pero hoy Diego la observa diferente. La ve manejar una llamada con proveedores franceses, negociando términos en un francés perfecto, la ve resolver un problema de logística con los hoteles de Playa del Carmen con una estrategia que él no había considerado.

“Buenos días, señor Castillo”, dice ella cuando lo ve pasar. Confirmé su almuerzo con los japoneses. También hablé con el chef del hotel de Polanco sobre el menú para el baile. Sugirió cambiar el postre principal por algo más tradicional mexicano para impresionar a los invitados extranjeros. ¿Qué sugeriste tú? Pregunta Diego deteniéndose frente a su escritorio.

Bueno, Sofía duda un momento. Pensé que tres leches con cajeta de celaya podría ser elegante, pero con identidad mexicana. Algo que los invitados internacionales recordarán. Diego sonríe. Es exactamente el tipo de detalle que marca la diferencia entre un evento bueno y uno excepcional. Excelente idea. Dile que proceda. Durante la mañana, Diego se encuentra observando a Sofía más de lo normal.

Cuando ella presenta un reporte de ocupación hotelera, él nota que sus análisis son más profundos que los que recibe de gerentes con maestrías en administración. Cuando resuelve un conflicto entre el personal de limpieza y recepción, lo hace con una diplomacia que él admira. A las 2 de la tarde, cuando normalmente Sofía sale a almorzar sola en algún lugar barato cerca de la oficina, Diego toma una decisión impulsiva. Sofía, almorzamos juntos.

Necesito discutir algunos detalles del baile. Ella levanta la vista sorprendida. ¿Está seguro? ¿Puedo quedarme aquí y pedimos algo? No, vamos a un restaurante. Conozco un lugar tranquilo donde podemos hablar. 20 minutos después están sentados en las Mercedes, un restaurante discreto pero elegante en la Condesa. No es el tipo de lugar donde Diego normalmente lleva a clientes importantes, pero tampoco es intimidante para alguien como Sofía.

¿Ya decidiste sobre el baile? Pregunta Diego después de ordenar. Sofía juega con su servilleta claramente nerviosa. Sí, acepto, pero con una condición. ¿Cuál? Que me dejes pagar mi vestido. Puedo apartar algo bonito en alguna tienda departamental. No necesito nada muy caro. Diego siente una punzada extraña.

La idea de que Sofía gaste su sueldo en un vestido para acompañarlo lo molesta. El vestido va por cuenta de la empresa, como te dije ayer. Señor Castillo Diego, interrumpe él. Fuera de la oficina. Llámame Diego. Diego repite ella, y el nombre suena diferente en su voz. No quiero que piense que acepto por el vestido gratis.

Entonces, ¿por qué aceptas? Sofía toma un sorbo de agua antes de responder, porque me doy cuenta de que usted, tú me ves como algo más que una empleada y eso significa mucho para mí. Su honestidad lo desarma completamente. Diego ha conocido mujeres que dirían cualquier cosa para conseguir lo que quieren, pero Sofía es directa sin filtros falsos.

Cuéntame de tu familia, dice Diego cambiando el tema. Mencionaste que mantienes a tu mamá y a tu hermano. Los ojos de Sofía se iluminan cuando habla de su familia. Mi mamá Carmen trabajó toda su vida limpiando oficinas. Se enfermó hace 3 años diabetes, y ya no puede trabajar. Mi hermano Javier tiene 20 años, estudia ingeniería en el Politécnico, es muy inteligente más que yo.

Y tu papá se fue cuando yo tenía 15 años, dice Sofía sin amargura como si fuera un hecho más. Dijo que ya no podía con la responsabilidad. Desde entonces soy yo quien mantiene la casa. Diego piensa en su propia familia. Su padre siempre presente pero exigente. Su madre fallecida cuando él tenía 12 años. Los abuelos que lo adoraban. Nunca tuvo que preocuparse por dinero, por comida, por el futuro.

Nunca has pensado en buscar un trabajo mejor. Con tu título podrías trabajar en cualquier empresa grande. Sofía sonríe con tristeza. Los trabajos bien pagados requieren palancas que yo no tengo. Además, tú eres un buen jefe. No todos respetan el trabajo de sus empleados como tú lo haces. ¿En serio piensas eso? Claro.

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